Solía decir Pasqual Maragall
que “para la derecha que gobierne la izquierda es un accidente porque ellos han
mandado siempre en España”, cuánta razón tenía el visionario político catalán.
Desde la reinstauración de la
democracia, hasta la aparición en la escena política nacional de José María
Aznar, la derecha estuvo como acomplejada. Daba la sensación de que se querían
hacer perdonar su pasado franquista. Después, con el “váyase, señor González”
y, sobre todo, con la mayoría absoluta del PP en el año 2000 se vinieron
arriba. A partir de ese momento, los gobiernos de izquierda, primero el de José
Luís Rodríguez Zapatero y ahora el de Pedro Sánchez han sido para ellos
anomalías históricas y, por consiguiente, todo vale para derribarlos.
Por eso, cuando supe qué el
líder de la oposición portuguesa y del partido conservador PSD, Rua Río, le
decía al presidente del gobierno de su país, Antonio Costa, en un pleno del
Parlamento de Portugal: “Señor primer ministro, cuente con nuestra colaboración.
Todo lo que podamos ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha
suerte…”, sentí envidia ajena. igual que aquí, pensé.
El pasado 27 de mayo la
Comisión Europea propuso un fondo de recuperación, dotado de 750.000 millones
de euros de los cuales 500.000 estarían destinados a subsidios y el resto a
préstamos. La idea inicial de la presidenta de la Comisión, Úrsula von der
Leyen, proponía una condicionalidad suave, vinculada a recomendaciones anuales
sobre reformas que la UE aprueba en el marco de la vigilancia macroeconómica
conocido como Semestre Europeo.
Sin embargo, Holanda, Suecia,
Austria, Dinamarca, los países llamados halcones, no ven con buenos ojos la iniciativa
y quieren endurecer de manera considerable la concesión de subsidios. Por eso,
los negociadores consideran imprescindible que se haga alguna concesión a esos
países para que acepten que dos tercios de los recursos sean sin retorno.
Además, ese acuerdo es urgente porque si hay consenso y el pacto se cierra en
las próximas semanas esas ayudas llegarán a los países que más las necesitan a
finales de este año o a principios del que viene como muy tarde.
No obstante, siempre tiene que
haber algún aguafiestas. En esta ocasión, para variar, ha sido el PP. El último
episodio de deslealtad política ha sido que los eurodiputados del Partido
Popular se han alineado con los países más duros de la Unión Europea para
imponer unas normas muy estrictas y exigentes para acceder a ese fondo de recuperación.
La pretensión de los halcones es
garantizar que el dinero que se pondrá en circulación se utiliza para
inversiones de valor añadido y reformas.
Esa matización que sobre el
papel puede parecer bastante razonable, es posible que, a la hora de la verdad,
esa pretensión se convierta en un campo de minas que impida que las ayudas
lleguen donde se necesitan. Que lo pidan Austria, Holanda o Dinamarca, nos
guste o no, forma parte de la dinámica europea, pero que se añada la derecha española,
es directamente una traición no a España, que no deja de ser un concepto un
tanto abstracto; es una traición y un robo a la ciudadanía española, que para
mí es un concepto mucho más tangible.
Además, y aunque solo sea una
anécdota, en esta ocasión el PP está capitaneado, en Bruselas por la catalana
Dolors Montserrat, para que quede claro que la mala gente no es exclusiva de
ningún sitio, nacen en cualquier parte, también en Cataluña.
De todos modos, esta actitud
despreciativa de la derecha no es nueva y no nos debería sorprender. En 1994 cuando
el Gobierno socialista de Felipe González logró una importante aportación de
fondos de la UE para España, el líder de la oposición José María Aznar trató al
presidente del Gobierno de “pedigüeño”. Ahora, según Alberto Núñez Feijóo, con
la aquiescencia de la cúpula de su partido, ha dicho que “Sin ese dinero no
podemos llegar a final de mes. España no tiene autonomía financiera para poder
endeudarse si no es con el respaldo de la UE.” Desde luego, con amigos así no
hacen falta enemigos.
Todos hemos podido observar la
actitud, cada vez más mezquina, de la oposición política de nuestro país a lo
largo de estos meses de crisis y confinamiento. Nadie les pide que hagan una
oposición como si fueran un osito de peluche, seguramente no sería bueno para
nadie. Pero el todo vale y demonizar al Gobierno haga lo que haga ha sido el
leitmotiv de estos tiempos que nos ha tocado vivir.
Los populares han de entender
que no pueden continuar con la bronca permanente, la ciudadanía sabe que con
esa estrategia no se va a ninguna parte. El ejemplo está en la patronal que ha
comprendido cual es la situación y se ha sentado, junto con le resto de agentes
sociales, a negociar con el Gobierno para establecer medidas que den aire a las
empresas y mantengan los puestos de trabajo.
Esa actitud, de puro sentido
común, ha descolocado al PP y les ha sentado como una patada en salva sea la
parte, que cada vez está más aislado, aunque sea con la inestimable compañía de
Vox; y es que el giro de Ciudadanos tiene mucho que ver en toda esta martingala
política.
En estas circunstancias, los
populares tendrán oportunidad de rectificar en la tramitación presupuestaria
que se va a iniciar en breve. De no hacerlo, habrán cometido un error, con toda
probabilidad, histórico.
Reconducir la situación está
en su mano.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
23/06/20