Robert Francis Prevost empezó a
ejercer su pontificado desde el mismo momento en que fue elegido Papa. No lo
tiene fácil y él lo sabe. Francisco dejó el listón muy alto y ahora será muy
complicado seguir por la senda de apertura y acercamiento a los más desfavorecidos
que marcó Jorge Mario Bergoglio y retroceder a posiciones pretéritas no es una
opción.
La iglesia católica está en franco
retroceso, al menos, en Occidente. Entre los europeos solo el 20% se declara
creyente y los seguidores de la Iglesia de Roma crecen a un ritmo modesto del
0,2%. En España la situación no es mejor. Los practicantes no llegan al 19% y
la suma de no creyentes, ateos y agnósticos de menos de 35 años ronda el 60%. Por
lo tanto, necesita revulsivos para no seguir perdiendo feligreses porque los
datos, para los que creen, son francamente alarmantes.
En el mundo se practican más de 4.000
religiones y el 84% de la población dice tener alguna creencia religiosa. Unos
2.600 millones de personas se reconocen cristianos y llegarán a 3.000.millones
en 2050. Con todo, es el islam el credo que más se expande. A día de hoy, son
unos 2.000.millones y se calcula que a mitad de este siglo rondarán los 2.800
millones de creyentes.
El papa Francisco fue un muro de
contención frente al nacional populismo, puesto que dos de sus principales
posiciones políticas —el respaldo a los inmigrantes y la defensa del medio
ambiente— estaban en franca contraposición con los programas ultraderechistas. Bergoglio
nunca se puso de perfil en los conflictos con los intransigentes, basta
recordar su rechazo sin paliativos a las salvajes políticas de Donald Trump con
los inmigrantes.
Es cierto, no obstante, que Francisco
tomó decisiones que para algunos pueden estar cargadas de un cierto populismo.
Es el caso, por ejemplo, de negarse a residir en la parte noble del Vaticano.
Para otros, fue una clara declaración de intenciones coherente con los
postulados de San Francisco de Asís. Sin embargo, en opinión de sus detractores
recuerda a ciertas estrategias populistas que buscan de forma muy teatral aglutinar
al pueblo ante las élites. Su mandato estuvo mucho más jalonado por luces que
por sombras, pero su conservadurismo para con el papel de las mujeres en la
Iglesia contrasta con su apertura de miras en otros ámbitos
Por el contrario no se sabe casi nada
de lo que piensa Prevost: no existe una producción literaria ni de libros,
documentos o intervenciones que indiquen cuales puede ser las tendencias del
nuevo pontífice. Por su parte, el Vaticano ni siquiera ha confirmado todavía
que el perfil de X que se presenta como suyo, donde los medios han encontrado algunas
reflexiones, sea oficial.
En su primera intervención pública
ante unas 100.000 personas y que duró unos diez minutos, utilizó expresiones e
ideas de anteriores pontífices junto con criterios propios. En principio, fue
una catequesis para los fieles, sin un solo titular para los medios, es decir, para
consumo de la propia comunidad creyente, no para el resto del mundo. Pero
aprovechando el aniversario del fin de la II Guerra Mundial cambió de registro
y con un discurso netamente político anunció: “Me dirijo a los grandes del
mundo: ¡nunca más la guerra!”, una repetición de las palabras de Pablo VI en su
discurso ante la asamblea general de la ONU en 1965.
Este último domingo León XIV ha
comenzado oficialmente su mandato con la celebración de una misa ante 200.000
personas y delegaciones de 150 países. Entre ellos los Reyes de España, el
vicepresidente de EEUU J.D. Vance o Vlodímir Zelenski con el que se ha entrevistado
después de la ceremonia.
En la homilía León XIV ha puesto el
acento en dos cuestiones: de cara al exterior ha pedido fraternidad, y
reconciliación para un mundo herido por el odio, la violencia, los perjuicios y
le miedo al diferente. De puertas adentro ha remarcado la necesidad de tender
puentes entre facciones y amalgamar la tradición y las reformas para adaptarse
al mundo actual.
Con la elección de Prevost, el
Vaticano ha hecho toda una declaración de intenciones y anuncia que no se va a
conformar con ser un convidado de piedra y, por consiguiente, no va a
permanecer pasivo ante el nuevo orden mundial que ya se está configurando. Y es
que en realidad una de las cuestiones que está en juego es quien enarbola la
bandera de los valores cristianos que ahora manosean con total descaro desde la
Casa Blanca EEUU a Giorgia Meloni en Italia, Viktor Orbán en Hungría o Vox en
España.
Seamos o no creyentes, es una
evidencia que la actitud del Papa ante los grandes problemas termina por
incidir en nuestras vidas cotidianas. Por eso, tiene una importancia capital
que León XIV siga la huella que Francisco dejó en decenas de millones de
personas. Porque estando muy lejos de compartir
creencias, existía una gran sintonía entre Francisco y amplios sectores de la
sociedad en su empeño por dar visibilidad a esa otra parte de seres humanos a
los que la mayoría de prebostes y clases favorecidas se afanan en orillar no
vaya a ser que salgan de sus escondrijos y jodan la fiesta.
En eso coincidía plenamente Bergoglio
con otro grande que se nos ha ido estos días: Pepe Mujica, expresidente de
Uruguay, un hombre íntegro y referente para la izquierda sudamericana que hizo
de la palabra la mejor arma para lograr la paz.
A los dos que la tierra les sea leve.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press
19/05/2025
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