09 de juliol 2025

MORIR DE HAMBRE EN TIEMPOS DE ABUNDANCIA

Calculo que escribir este artículo me va a llevar, aproximadamente, un par de horas. Y según un estudio realizado por varias organizaciones humanitarias cada 4,25 segundos muere una persona por falta de alimentos. Por consiguiente, sin no voy errado con los números, mientras yo estoy cómodamente sentado frente al teclado unos 1.700 seres humanos morirán de hambre.

Ese estudio señala que alrededor de 839 millones de personas en el mundo no pueden alimentarse de manera adecuada. La Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) espera que esta situación vaya a más cuando se agreguen al cálculo los efectos nocivos de las sequías y las inundaciones, las restricciones a las exportaciones, los altos niveles de deuda de los países más pobres, el aumento en las tasas de interés, los costes energéticos y el mazazo de los conflictos bélicos que estamos padeciendo a nivel mundial. “La situación no está mejorando, por el contrario, va a peor”, afirma Máximo Torero, economista jefe de la FAO. “Cada vez estamos más lejos de un mundo sin hambre”, recalca el experto.

La situación ya era patética antes de que llegara la pandemia del coronavirus. En 2019, había más de 618 millones de personas pasando hambre en el planeta. Pero con la llegada de la Covid la cifra se disparó hasta colocarse cercana a los 828 millones, según la FAO. El panorama empeora si se considera a todos aquellos que viven con la incertidumbre de conseguir alimentos o que no pueden permitirse una dieta saludable, es decir, que viven con inseguridad alimentaria. En esta condición vivían más de 2.300 millones de personas en 2021: una de cada cuatro en el mundo. De todas estas, unos 205 millones de seres humanos (en 45 países) se enfrentan a una situación de alta gravedad, con poco acceso a alimentos y medios, por lo que su vida corre peligro, según el Banco Mundial.

La previsión es que todas estas cifras vayan al alza. Jason Channell, responsable de finanzas sostenibles de Citi Global Insights, describe la situación como la de la " tormenta perfecta en la lucha contra el hambre”. Pues mientras el mundo aún se está recuperando de la Covid-19, los problemas medioambientales, sociales, políticos y económicos se abren paso en el mapa, dejando su impronta en el precio de los alimentos (que acumulaban una serie de máximos históricos o niveles que no se veían desde hace, al menos, una década) y una estela de gente con cada vez más dificultades para acceder a la comida.

La invasión rusa en Ucrania fue la guinda del pastel. “El mayor impacto en los precios actuales se debe a las guerras”, afirma Hiral Patel, directora global de Investigación Sostenible en Barclays. El órdago de Moscú a Kiev echó más leña al fuego. “Complicó los esfuerzos de reequilibrio del mercado agrícola que probablemente se habrían materializado en algún momento de 2022″, dicen los expertos de Citi Global Insights en un informe publicado recientemente. Inmediatamente después de que se iniciara la invasión rusa, el índice de precios de los alimentos de la FAO —que incluye la media ponderada de los importes de exportación de carne, productos lácteos, cereales, aceites, grasas y azúcar— alcanzó su máximo histórico. Los aumentos más significativos se dieron en aceite de girasol, trigo y maíz.

“Los temores de un periodo de altos precios mundiales sostenido de los alimentos han disminuido un poco”, comenta Rob Vos, director de la División de Mercados y Comercio del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI). Todos los componentes bajaron al cierre de 2024. En particular, el aceite vegetal, que mostró el descenso más fuerte en la segunda mitad del año: un 33% entre junio y diciembre, pero aún está un tercio por encima de los niveles anteriores a la pandemia. “Los precios están en los niveles de preguerra”, dice Torero. “Pero aún no llegan a los niveles de precovid”. El acuerdo alcanzado en julio de 2022 entre los países en conflicto, Turquía y la ONU, para reanudar las exportaciones de alimentos desde los puertos ucranios del mar Negro contribuyó a contener la escalada. Los cereales ucranianos proporcionan las calorías necesarias para más de 400 millones de personas en todo el mundo, pero la incertidumbre que genera el conflicto bélico hace que no se pueda garantizar la distribución. Aquí hay que añadir los nuevos desajustes e incrementos de precios que supone el genocidio en Gaza, de lo que todavía hay pocas estadísticas.

En el mundo hay comida para todos. Mientras la producción de alimentos se ha multiplicado al menos 3,6 veces desde hace 70 años, la población lo ha hecho solo 2,5 veces. “La causa del hambre y la desnutrición es la pobreza”, afirma la OCDE. Para lograr un mayor acceso, dice la FAO, hay que incentivar la movilidad de los alimentos, usar nuevas tecnologías para producir, tener un consumo más eficiente de los mismos (hasta un 50% de los fertilizantes se derrochan) y desperdiciar menos. Unos 1.300 millones de toneladas (útiles para alimentar a 3.000 millones de personas) van a la basura al año. “En las sociedades más desarrolladas los consumidores esperan productos inmaculados, siempre de temporada y perfectos”, sostiene Raj Patel, estudioso de la crisis alimentaria. En España, cada ciudadano tiramos 28,21 kilos. “Esto se podría reducir cambiando el comportamiento de la gente”, comenta Máximo Torero.

Nos jactamos de haber puesto el pie em la luna, la Inteligencia Artificial forma parte de nuestras vidas cotidianas, nos gastamos miles y miles de millones de euros y dólares en comprar armas para matar a nuestros semejantes, pero somos incapaces de dar a otros lo que nos sobra, darles un pez o enseñar a pescarlo para que se alimenten. No sé si es por la condición humana o por los intereses creados.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en la web de CÒRTUM 08/07/2025

 

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