Se supone que, en las sociedades
democráticamente consolidadas, los votantes se movilizan y deciden su voto en
función de las propuestas que hacen los partidos y sus candidatos. Vimos como
en la campaña electoral vasca, los políticos se centraron en hablar de los
problemas cotidianos. Cuestiones como la supuesta degradación de los servicios
públicos, el precio de la vivienda o propuestas para mejorar el Estado del
bienestar llenaron de contenido las intervenciones de los aspirantes a
lendakari que prácticamente aparcaron los temas identitarios, tan solo al
final, y por un desliz del candidato de EH Billdu, los peores fantasmas del
pasado se colaron en los debates, pero el tema se obvio muy pronto.
En cambio, aquí, estamos en plena
campaña electoral de las elecciones al Parlament y el mantra de la
autodeterminación, la unilateralidad y la supuesta represión están siendo el
hilo conductor en los discursos de Junts y ERC y hablan poco de las cosas de
comer, como la sequía, la educación o la sanidad. En cambio, ha entrado con
cierta fuerza, impulsado por la patronal, que hacer para volver a ser la
locomotora económica que Cataluña fue en tiempos pasados. Y, eso sí, en una
cosa están de acuerdo los tres candidatos con opciones a la presidencia de la
Generalitat: la necesidad de una mejor financiación, pero difieren del método a
seguir para lograr ese objetivo.
Como es lógico, cada partido ha
diseñado la campaña electoral como mejor ha considerado para sus intereses. En
Junts le han hecho una campaña ha medida de Carles Puigdemont, y recordando
aquello de si la montaña no va a Mahoma,
Mahoma irá a la montaña, los postconvergentes han decidido hacer cada día un
mitin en Árgelès-sur-Mer y fletar a diario unos cuantos autocares para que los
ciudadanos que lo deseen se trasladen a la localidad francesa (parece que a
Puigdemont y los suyos eso de la huella de carbono, les importa entre poco y
nada). Hacen los actos en un polideportivo con una capacidad para unas 300
personas, o sea que no tienen que esforzarse demasiado para llenar. Allí,
Puigdemont se recrea explicando a sus fieles como de buenos son los de Junts y
él, en especial, plantando cara al Gobierno central y obligándole a negociar,
poniendo como ejemplo la ley de amnistía
y amenazado, de forma velada algunas ocasiones
y claramente en otras, que si no se pliegan a sus intereses dejará de
dar soporte al Ejecutivo. Tampoco desaprovecha para lanzar dardos a ERC por, en
su opinión, tibieza negociadora.
En cambio, desde Esquerra se han
volcado en revindicar su obra de Govern, omitiendo temas espinosos como la
falta de la previsión para paliar la sequía, el informe Pisa, la tibia
respuesta que se está dando a las inacabables listas de espera en la sanidad
pública o la incapacidad para llevar a cabo la transición ecológica. Parece que
Aragonès está más preocupado por contraprogramar a Puigdemont y contestar a
Illa que en presentar un proyecto de futuro viable y creíble.
Salvador Illa se sabe favorito en las
encuestas y ejerce, pero sin perder los papeles. El socialista no desaprovecha
las ocasiones para recordar que ha tendido la mano durante este último mandato
al Govern de Aragonés. Su objetivo es que la atención a las personas y al
bienestar de los ciudadanos sea el eje vertebrador de las políticas. Otra de
sus prioridades será un pacto sobre el modelo de financiación. “Ya basta de
frustraciones y de fijar horizontes que no son viables”, ha dicho en alusión al
plan de Aragonès de recaudar todos los tributos al estilo del País Vasco. En
cambio, propone: mejorar la gestión, desplegar el Consorcio Tributario conjunto
entre la hacienda española y la catalana, previsto ya en el Estatut, para
recaudar los impuestos, sin esquivar la posibilidad de poder ir más allá.
También pone el énfasis en defender
el principio de ordinalidad, esto es, mantener una equivalencia en la relación
de comunidades autónomas entre lo que se aporta a la caja común y lo que se
recibe.
Vamos a entrar en la semana decisiva
de la campaña de estas elecciones y cualquier error, cualquier despiste, puede
ser fatal. Pero, de momento, todos los sondeos de opinión dan ganador al PSC y
a su candidato, Salvador Illa, como el presidenciable preferido por la mayoría
de los electores. No obstante, hay que ser muy prudentes porque los imprevistos
o los factores emocionales pueden hacer descarrilar a las encuestas. También está
por ver como incide en el electorado la reacción de Pedro Sánchez de no dimitir
y seguir al frente del Gobierno, a pesar de la campaña de calumnias y desprestigio
que la extrema derecha Manos Limpias ha orquestado contra su esposa y a la que
la derecha ha dado pábulo
Ya veremos si la aritmética
parlamentaria dé para gobernar a los socialistas. También si los vetos que se
anuncian desde las fuerzas independentistas, para evitar que Illa llegue al
Palau de la Generalitat se cumplen o no.
De todos modos, soy de la opinión de
no obsesionarse con las encuestas, ni con las que auguran buenos resultados a
nuestras opciones ni con las que pronostican la hecatombe para una opción
política concreta. La única encuesta válida será el escrutinio de las urnas el
próximo 12 de mayo.
Estamos viviendo una de las campañas
más polarizadas de los últimos tiempos en unas elecciones al Parlament. Habrá
que ver si, en esta ocasión, los sondeos y encuestas se acercan a la realidad,
si los vetos, llegado el caso, se hacen efectivos y hasta donde repercute, en
el electorado, el efecto Sánchez. Pero lo realmente importante es que, una vez
superado este proceso electoral, recuperemos la cohesión social, el orgullo
como país y la voluntad de seguir juntos, dando por clausurada más de una
década de enfrentamientos, división y decadencia, porque, al fin y al cabo, son
muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Si es así, habrá
valido la pena.
Bernardo Fernández
Publicado en E notícies 04/05/2024
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