02 de juliol 2025

CARTA ABIERTA A FELIPE GONZÁLEZ

Apreciado compañero Felipe:

Jamás llegué a pensar que escribiría una carta como esta. Me impulsan a hacerlo tus frecuentes declaraciones y/o cometarios sobre las iniciativas políticas del Gobierno que preside Pedro Sánchez, siempre agrios y críticos y eso, me genera perplejidad, decepción y enojo.

Vaya por delante que desde muy pronto fui seguidor tuyo, aunque no siempre estuve de acuerdo con tus decisiones. En mi opinión, has sido uno de los grandes estadistas que dio España en el siglo XX y uno de los mejores presidentes de gobierno de nuestro país en el siglo pasado.

Los partidos políticos necesitan para crecer y sobrevivir el paraguas de un líder y, en la sociedad que nos ha tocado vivir, para ser líder hay que tener unas capacidades comunicativas excepcionales. Esa cualidades fortalecen al dirigente en el seno de la organización y lo proyectan como reclamo electoral. Los medios de comunicación necesitan interlocutores que comuniquen con nitidez y cierta pasión. Si echamos un vistazo a nuestro entorno y al pasado más o menos reciente, veremos que los dirigentes políticos que han prevalecido en el tiempo han sido aquellos que han tenido unas capacidades comunicativas fuera de lo común, y tú Felipe las has tenido y, según parece, las conservas bastante intactas. Quizás porque siempre tuviste una inmensa capacidad de persuasión.

Fuiste y eres un maestro de la palabra hablada. Tus discursos en el Congreso de los diputados eran pequeñas joyas. Tu voz cautivaba y convencía, tanto lo que decías como la forma en que lo decías, la entonación, los gestos, es decir el lenguaje corporal, eran un representación casi perfecta y eso hacía que transmitieras convicción. Como decía un antiguo compañero: “cuando habla Felipe hasta mi madre lo entiende, cuando habla…, a veces no lo entiendo ni yo”.

Siempre he pensado que si conectabas con los ciudadanos era porque además de tu facilidad de palabra, la gente veía que tras tu discurso había una idea clara para modernizar y europeizar España. Tú exponías tus ideas, las justificabas, las defendías y las llevabas a la práctica, sabiendo que gobernar con ideas tiene costes.

En el paso de la dictadura a la democracia, el PSOE aglutinó en sus filas una serie de jóvenes de una capacidad excepcional que elaboraron un proyecto político que acabaría siendo el eje vertebrador de la Constitución, el núcleo del programa electoral del 82 y el embrión para la modernización de España. Entonces, apareció un gran comunicador ─que eras tú─ y supiste aglutinar las distintas sensibilidades que existían dentro de la organización, construir un discurso y desarrollar un estilo con el que todo el partido se identificó. Eso lo captaron enseguida los medios de comunicación que encontraron en ti el relator ideal y te convirtieron en el protagonista de la vida política, muy por encima del propio partido y, desde luego, de los adversarios políticos.

Justo es decir que tuviste suerte (en la vida, como en la política, nunca viene mal), la implosión de la UCD te facilitó mucho las cosas. Además, nunca fuiste ni fundamentalista ni oportunista y eso jugó a tu favor. En aquellos tiempos, vivíamos en un desbarajuste permanente y la ciudadanía quería ser gobernada y saber que había un gobierno que se ocupaba del país y ponía rumbo al futuro y tú fuiste quién capitaneo esa nave.

No obstante, en tu gestión también hubo cuestiones oscuras o poco virtuosas que estallaron con especial virulencia en las dos últimas legislaturas, aunque es muy probable que llevaran mucho tiempo incubándose. No las voy a mencionar, seguro que las tienes muy presentes, como también recordarás que cuando pintaban bastos decías que tú te acababas de enterar por la prensa.

Pero volvamos al presente: has criticado con suma dureza la ley de amnistía. A mí tampoco me gustó. No obstante, hay que reconocer que algún efecto positivo ha tenido, sobre todo, en los sectores más templados del independentismo, la situación en Catalunya se ha girado como un calcetín, se vuelve a respirar un aire de normalidad y tenemos un presidente socialista en la Generalitat. No está mal.

En cambio, no has dicho absolutamente nada sobre cuestiones como la situación económica de nuestro país que va mucho mejor que cualquiera otra de la UE, ni del descenso del número de parados, auténtico talón de Aquiles de todos los gobiernos. Nunca te has referido a la reforma del mercado laboral que está haciendo disminuir los contratos en precario de manera considerable. Tampoco te he escuchado comentar nada sobre las políticas sociales y de distribución de la riqueza que han llevado a cabo Sánchez y su equipo. ¿Te imaginas la pandemia con M. Rajoy en la Moncloa? Mejor que no. Francamente, hubiese sido muy reconfortante que tus críticas hubieran ido acompañadas con algún reconocimiento a la gestión porque, en siete años que lleva Sánchez gobernando, alguna cosa habrá hecho bien como, por ejemplo, regular por ley la subida de las pensiones conforme al IPC. ¿No te parece?

Nunca tuviste una sintonía franca con Pep Borrell y mucho menos, cuando tuvo la “osadía” de desafiar al aparato del partido, forzar unas primarias y, además, ganarlas. Tampoco tu relación fue fluida ni cordial con José Luís Rodríguez Zapatero. Pero es que, a Pedro Sánchez, no sé si le tienes animadversión personal, en eso no voy a entrar, pero política es una evidencia poco cuestionable.

Estos últimos días, te he oído decir que si Sánchez se vuelve a presentar tú no lo vas a votar. Está claro que como ciudadano de un Estado social y de derecho puedes votar a quien quieras o no votar. Faltaría más. Sin embargo, tú, además de ser un ciudadano más, eres un referente político para miles y miles de ciudadanos, tienes una biografía y eso marca.

En fin, pienso que, por un acto de lealtad política, debía escribir esta carta. Te deseo lo mejor, y espero que renuncies a ser un jarrón chino. No es fácil, pero hemos de saber dejar paso a los que nos vienen detrás.

Con mucho afecto, te hago llegar un saludo cordial.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 30/06/2025

 

25 de juny 2025

UN FLOTADOR EN LA TORMENTA

“Los adversarios los tengo enfrente, los enemigos detrás”, esta frase se le atribuye a Winston Churchill. Pues bien, si el político británico levantase la cabeza, seguro que se la cedería a Pedro Sánchez.

En efecto, Sánchez entregó las responsabilidades que conlleva la Secretaría de Organización del PSOE, primero, a José Luís Ábalos y cuando esté le falló a Santos Cerdán y ambos le han vendido por un plato de lentejas, que, en los tiempos de la Inteligencia Artificial, viene a ser algo así como importantes mordidas a cambio de concesión de obra pública.

La cuestión es que esos dos personajes, más el lacayo Koldo y, tal vez, algún otro individuo, de momento, no identificado, han echado por tierra el proyecto de regeneración democrática y tolerancia cero con la corrupción que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa. Veremos si cuando se recupere la normalidad es posible reiniciar el programa o nos quedamos atrapados en el fango del “y tú más” y el “todos los políticos son iguales”.

Tras una reunión maratoniana de la Comisión Ejecutiva del partido Sánchez compareció en la sede del PSOE para anunciar que descartaba dimitir, que comparecería en el Cámara baja para dar explicaciones, proponer la ceración de una Comisión de Investigación en el Congreso y encargar una auditoría externa en el partido para llegar al fondo del asunto (otros, en cambio, rompían los discos duros a martillazos antes de que la justicia los requisara). Aunque en la comparecencia se echó en falta alguna medida encaminada a regenerar nuestro sistema democrático.

A continuación, Pedro Sánchez puso en marcha una rueda de contactos con los socios de Gobierno y los de la mayoría de investidura para cerrar filas y limar diferencias. Sin embargo, ni en esas conversaciones ni la sesión de control al Gobierno celebrada días atrás en el Congreso, el presidente ha logrado convencer ni a Sumar ni al resto de partidos que le dieron sus votos para ser investido. La opinión generalizada es que le faltó contundencia y suficiencia explicativa. Tampoco ha gustado nada que se anunciara la comparecencia del presidente para dar explicaciones, en un pleno el día 9 de julio, en el que, aparte de la corrupción, se incluyen como temas a tratar la próxima cumbre de la OTAN, el Consejo Europeo y una conferencia de la ONU a celebrar en Sevilla. En opinión de los socios, además de ser una fecha demasiado lejana se quiere diluir el tema central: las corruptelas

Quién, una vez más, demostró su agudeza política fue Podemos. Su portavoz del partido, Pablo Fernández, descartó reunirse con Sánchez porque consideraban que es una “una operación de lavado de cara de un partido corrupto”, y su lideresa, Ione Belarra, no se cansa de repetir que el ciclo político de Pedro Sánchez ya ha terminado. Debe ser porque piensan que, a ellos, con la derecha y la derecha extrema en el poder, les irá bien.

Sánchez necesita tiempo para recomponer la situación y recuperar la iniciativa. Es lógico pensar que los miembros de la mayoría de la investidura le aprieten las clavija, pero no le dejarán caer, nadie quiere una convocatoria adelantada de las elecciones, a no ser que al affaire de la corrupción se emponzoñe más. La perspectiva de un ejecutivo formado por PP y Vox no ilusiona a nadie, excepto a los propios interesados.

La política como la vida tiene giros inesperados   y ahora va a resultar que Junts, que ha sido el socio más díscolo en todo lo que llevamos de legislatura, va a ser para Pedro Sánchez y su Gobierno, algo así como un flotador en la tormenta.

No pocos analistas políticos coinciden en señalar que PP y Junts, más pronto o más tarde, acabarán pactando para gobernar este país. Al fin y al cabo, comparten credo ideológico, sobre todo en lo económico y en lo social. Sin embargo, un acercamiento de los de Puigdemont a aquellos que han hecho todo lo posible para que el catalán no sea oficial en Europa, o que su principal lideresa se niegue a utilizar un pinganillo y se ausente de una reunión porque hablan en euskera o catalán, es algo que no se pueden permitir por la sangría de votos que les supondría.  Además, los juntaires necesitan que se resuelva la ley de amnistía que está en el Tribunal Constitucional y eso parece que no será antes de finales de año. Por otra parte, sorprende el silencio que guarda Carles Puigdemont desde que estalló el caso Cerdán, cuando el expresident se prodiga en las redes sociales comentando la situación o las noticias políticas.

En los próximos días Pedro Sánchez tiene una agenda internacional endiablada: entrevista con Donal Trump y cumbre de la OTAN para que los socios gasten un 5% en defensa (algo a lo que Sánchez ya ha dicho que es imposible). Pero lo que el presidente necesita es llegar, políticamente, vivo al otoño. Y es que para entonces se espera la sentencia de la operación Kitchen y alguna otra que ha de salir y podría afectar al PP. También se sabrán los datos de la temporada turística que parece que será de récord. En la Moncloa piensan que con los fallos de los tribunales se va a poner a los populares contra las cuerdas y con unos excelentes datos económicos y el paro en mínimos históricos se puede recuperar la sintonía con los ciudadanos.

La situación es preocupante y todo es posible. Pero mientras no surja información comprometedora con la financiación del PSOE ni surjan nombres relevantes o de miembros del Ejecutivo ligados a Cerdán y sus compinches, mal que bien iremos tirando con una estabilidad muy inestable. Pero si hay más revelaciones y son de alto nivel, se tendrá que dar por acabada la legislatura y el Gobierno de progreso y de las reformas sociales, quedará como algo que fue bello mientras duró.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 22/06/2025


17 de juny 2025

LAS TIERRAS RARAS, ESE OBJETO DEL DESEO

Me ha parecido apropiado parafrasear el título de la última película que filmó Luís Buñuel, “Ese oscuro objeto del deseo”, para dar nombre a este artículo. Quisiera poner algo de luz en eso que se ha dado en llamar minerales raros y que, hasta hace bien poco tiempo, la inmensa mayoría de la ciudadanía casi desconocíamos su existencia.

La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un totum revolutum en muchas cuestiones que considerábamos consolidadas. Es el caso de statu quo mundial, el comercio internacional o la globalización. Pero hay más, por ejemplo, la anexión de Groenlandia a EEUU o que Canadá sea un estado más de los Estados Unidos de América (EUA); no son ocurrencias de un magnate cargado de millones que ocupa su tiempo con bagatelas diversas. Esos anhelos de expansión responden a la lógica de unos individuos que a partir de estudios más o menos fiables, piensan que en esos lugares pueden encontrar cantidades importantes de materiales críticos; el nuevo objeto del deseo de las grandes potencias.

Esos materiales, convenientemente tratados, son indispensables para ese mundo digital que parece esperarnos a la vuelta de la esquina. Semiconductores, tecnologías renovables o determinados instrumentos bélicos necesitan de esos minerales para funcionar. Por eso EEUU ha puesto el ojo en lugares en los que se extraen esos elementos; y parece que el suelo de Ucrania también es rico en esos materiales, de ahí que la administración estadounidense haya ofrecido a los de Zelenski seguridad a cambio de poder explotar y apropiarse de esos recursos.

Algo similar ocurre en el Congo. Hasta ahora el cobalto era el mineral que más ingresos generaba para las arcas de aquel Estado, pero un exceso de oferta ha hecho caer los precios. En consecuencia, el presidente de la República, Félix Tshiseked, ha propuesto a un fondo soberano norteamericano colaboración para explotar sus “tierras raras” a cambio de que le ayuden a derrotar a las fuerzas rebeldes del M23 que buscan controlar los recursos minerales del país y que están patrocinados por Ruanda.

No obstante, el posible acuerdo entre el Congo y EEUU no es fácil. La sombra de China es alargada. Hace tiempo que el gigante asiático decidió no intervenir en los conflictos africanos, pero sí colaborar financieramente en esa zona del mundo. Según la consultora AidData desde el año 2000 China ha invertido unos 12.000 millones de euros, es decir, un 25% del PIB congoleño.  

Los dirigentes europeos son conscientes que no pueden quedar impasibles ante este juego de intereses porque ahí está buena parte de nuestro futuro. Europa ha de jugar sus cartas si se quiere asegurar el suministro de minerales críticos para llevar a cabo la transición energética.  En ese contexto, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo lanzó el año pasado un mecanismo para hacer inversiones de capital por 100 millones de euros en operaciones de distintos Estados miembros y otras naciones con las que ha firmado acuerdos de asociación. Por ejemplo con Canadá y Ucrania en 2021, con Kazajistán y Namibia en 2022, con Argentina, Chile, Zambia, la República Democrática del Congo y Groenlandia en 2023, y con Australia (un país rico en litio, cobalto y tierras raras), Ruanda, Noruega y Uzbekistán en 2024. A ello se suman los 47 proyectos estratégicos seleccionados por Bruselas —siete de ellos, en España— para iniciativas en la extracción, el procesamiento y el reciclado y que cubran el buena parte de la demanda de la UE a más tardar en 2030.

A día de hoy, el litio es el mineral más necesario para llevar a cabo esa transición energética, porque las baterías de infinidad de instrumentos que utilizamos de manera habitual están compuestas por ese material. Es el caso de móviles, portátiles, drones de guerra y otros dispositivos bélicos, pero también se utiliza en sistemas de almacenamiento de energía renovable, como turbinas eólicas y paneles solares.

Se estima que la demanda de baterías de iones de litio crecerá cuatro veces hasta 2040. Las baterías de los coches enchufables requieren de una media de casi 210 kilogramos de minerales críticos por unidad, seis veces la cantidad necesaria para un coche convencional, según Goldman Sachs, que utiliza cifras de la Agencia Internacional de Energía (AIE) para hacer este cálculo. El transporte será el mayor impulsor de la demanda de minerales críticos. Se espera que las necesidades de litio aumenten casi nueve veces hacia 2040; la demanda se cobre se duplicará, al igual que las del níquel, mientras que las del grafito se cuadruplicarán y las de las tierras raras podrían ver un aumento de hasta siete veces, según la AIE.

La mayor parte de estos materiales, y otros, pasan por China, que tiene una larga trayectoria como productor y refinador de los minerales críticos. Las tierras raras —donde el gigante asiático tiene una cuota de mercado global en producción del 60% y casi del 90% en refinamiento— se descubrieron por primera vez en el país en 1927. Hoy se sabe que las hay en más de la mitad de su territorio: se han encontrado en 21 provincias. Esto ha sido posible gracias a una estrategia de inversión y política industrial de décadas de duración, respaldada por mano de obra más barata y regulaciones ambientales y laborales más flexibles que en muchos otros países.  Allí también se refina el 68% del cobalto que consume el mundo, el 65% del níquel y el 60% del litio del grado necesario para las baterías de vehículos eléctricos.

En definitiva, parece que las tierras raras y los minerales críticos como el litio, el níquel, el grafito o el cobre son el nuevo objeto del deseo del siglo XXI.  Por lo que es fácil deducir que países con el potencial de contribuir al suministro de esos minerales podrían convertirse en territorios codiciados. América Latina y África han emergido, en las últimas dos décadas, como lugares importantes en esta carrera, debido a sus grandes reservas de esas tierras raras. Parece que Chile, Argentina y Bolivia tienen el 50% de las reservas mundiales de litio. A su vez, Chile también es uno de los principales exportadores de cobre, mientras que Brasil posee depósitos de níquel y tierras raras.

La cuestión es que, de confirmarse estos datos, quizás nos vamos a encontrar, muy pronto, con un cambio de roles políticos y económicos que nadie había previsto.

Sea como sea, el asunto promete. Volveremos sobre ello.

 

Bernardo Fernández

Publicado en Còrtum 16/06/2025

 

16 de juny 2025

UN ELEAFNTE EN LA HABITACIÓN


 

Había pensado escribir un artículo sobre el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz y su presunto delito de revelación de secretos que le imputa el magistrado del Tribunal Supremo, Ángel Hurtado. De hecho, tenía varias notas preparadas y diseñado un primer borrador como hoja de ruta. Sin embargo, el pasado jueves por la mañana, cuando empezó a circular la noticia de que la UCO había elaborado un informe según el cual Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE y diputado en el Congreso, en connivencia con José Luís Ábalos y Koldo García “gestionó” toda una serie de “contraprestaciones económicas” que ascendían, inicialmente, a más de 620.000 euros, pensé que lo de García Ortiz es, ahora mismo, peccata minuta y debía poner el foco en ese personaje, sus comilitones  y en las posibles consecuencias políticas que se puedan derivar.

No voy a insistir a los hechos que se imputan a Cerdán porque en estos últimos días todos los medios, sin excepción, se han referido a ellos de manera exhaustiva, con honestidad profesional unos y con cicatería malsana otros, pero tanto da, la realidad es la que es.

Según informó el propio presidente Pedro Sánchez, en una comparecencia de urgencia, con cara de circunstancias, en la sede del PSOE y en la que pidió perdón, varias veces a la ciudadanía, fue él quien le pidió a Santos Cerdán la dimisión al conocer los hechos. Asimismo, Sánchez anunció que se hará una auditoría externa de las cuentas del partido para disipar las sospechas de financiación ilegal, y también una remodelación de la Ejecutiva, que anunciará en las próximas semanas, antes del Comité Federal del 5 de julio en Sevilla. Esas iniciativas están bien, son necesarias, pero insuficientes. Hay que ir más allá y acabar, de una vez por todas, con la corrupción en los partidos de izquierda. No es fácil. Cierto, pero ha de ser posible. No me cansaré de repetir lo que escribí justo en el artículo que con el título “Balance de un septenio” publicaba en Catalunya Press el pasado 8 de junio, en el que decía: se deben establecer mecanismos que detecten y neutralicen esos individuos perturbadores y ahí hemos de admitir que en el caso que nos ocupa han faltado reflejos, mecanismos expeditivos y contundencia para cortocircuitar posibles piezas tóxicas, ese es, a mi modo de ver, el quid de la cuestión: el problema no es nuevo, pero no se han puesto en marcha los elementos necesarios para que personajes de la catadura política de los Cerdán y compañía, se abstengan de sus trapacerías porque saben que serán descubiertos y tratados con el rigor que se merecen. Porque, es verdad, Santos Cerdán, más pronto o más tarde dimitirá (cuando escribo estas líneas aún no lo ha hecho) y ¿qué? El daño ya está hecho y ya habrá puesto sus mordidas a buen recaudo, pero el desprestigio para la organización y su proyecto político ahí quedan.

Pedro Sánchez llegó a la Moncloa porque le ganó una moción de censura a Mariano Rajoy. En buena medida aquello fue posible gracias a que pocos días antes se había hecho pública una sentencia de la Audiencia Nacional según la cual El Partido Popular se benefició de la trama Gürtel y se le condenaba por lucrarse del entramado empresarial de Francisco Correa. Pero, seamos sinceros, en estos momentos, nadie sabe hasta donde pueden llegar las ramificaciones y la podredumbre del affaire Ábalos-Koldo-Cerdán. Además, carece de lógica querer encapsular el asunto en el partido, resulta muy razonable pensar que puede haber, de un modo u otro, vasos comunicantes entre partido y Gobierno y, en cualquier caso, las mordidas se hicieron en adjudicaciones públicas.

Con todo, debemos evitar que los árboles nos impidan ver el bosque. Por eso, quiero poner en valor el trabajo de Sánchez al frente del Ejecutivo. tanto en temas de trascendencia internacional, como en cuestiones internas y, sobre todo, hemos de valorar sus iniciativas en cuestiones sociales porque son las más progresistas y las más equitativas en redistribución de riqueza que se han hecho desde que recuperamos la democracia.

En cualquier otro país sería el momento óptimo para que el partido mayoritario de la oposición presentase una moción de censura, porque, aunque la perdiera por la aritmética parlamentaria, la podría ganar en términos políticos, como ocurrió con la que presentó el PSOE en 1980 con Felipe González como candidato. Feijóo tiene una ocasión de oro para presentarse como un auténtico candidato a la presidencia, demostrar su nivel político y explicar su proyecto para España, pero él mismo ya ha dicho que no va a haber moción y es que, en realidad, ni tiene nivel, ni hay proyecto ni hay nada de nada.

En estos momentos, el Gobierno cuelga de un hilo. Por eso, y aunque desde Moncloa ya lo han descartado, se debería sondear la posibilidad de que Pedro Sánchez se someta a una cuestión de confianza. Es cierto que los socios pueden aprovechar para pedir imposibles al presidente, pero sin presupuestos y sin la mayoría parlamentaria acabar la legislatura puede ser un auténtico vía crucis y adelantar las elecciones sería lo más parecido a hacerse el harakiri. Quizás lo único que tiene Sánchez a favor es que los socios de la investidura saben que la alternativa es PP y Vox y eso pone la piel de gallina.

Llámenme ingenuo si quieren, pero, con la que está cayendo, pienso en esos cientos de miles de socialistas de “toda la vida” que siempre han creído y defendido lo que ha dicho le partido sin pestañear y me pregunto, ¿los dirigentes del partido serán capaces de mirarlos a los ojos y pedirles el voto en las próximas elecciones?

Este affaire me ha recordado aquella metáfora del elefante en la habitación que hace referencia a una verdad evidente que es ignorada o pasa inadvertida. Pues es obvio: el PSOE tiene un elefante en la habitación.

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 15/06/2025

10 de juny 2025

BALANCE DE UN SEPTENIO

Se han cumplido siete años de la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Fue mediante una moción de censura que había presentado el grupo parlamentario socialista a Mariano Rajoy y que salió adelante con 180 votos a favor y 159 en contra. Días antes, se había hecho pública una sentencia de la Audiencia Nacional (AN) según la cual El Partido Popular se benefició de la trama Gürtel y se le condenaba a pagar 245.492 euros, por lucrarse del entramado empresarial de Francisco Correa, se condenaba también al ex tesorero del partido Luís Bárcenas a 33 años y cuatro meses de prisión y al pago de una multa de más de 44 millones de euros, por blanqueo y delitos fiscales. Además, la AN cuestionaba la “credibilidad” del testimonio de Rajoy en el juicio. Con ese veredicto el PP se convertía en el primer partido de Europa con una sentencia por corrupción en su haber. Los mismos que ahora acusan al actual Gobierno de ser una mafia. 

Desde luego, estos siete años han sido de todo menos tranquilos. En ese tiempo, Pedro Sánchez ha tenido que lidiar con la pandemia global del coronavirus, la erupción de un volcán en la isla canaria de La Palma, la invasión de Ucrania y el genocidio de Gaza, los efectos colaterales como el repunte de la inflación, el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump con lo que eso conlleva y, a nivel interno, el acoso por tierra, mar y aire de la derecha y la derecha extrema.

Con ese paisaje de fondo, la política nacional ha estado marcada por la renovación de varias instituciones y organismos, entre ellos el Consejo del Poder Judicial, y la aprobación de leyes polémicas, como la del 'solo sí es sí' o la de la amnistía, otras, en cambio, de puro sentido común como la ley orgánica de Regulación de le Eutanasia o de reparación como, por ejemplo, la ley de Memoria Histórica. También se han llevado a cabo actos de dignificación democrática como el traslado de los restos del dictador Francisco Franco fuera del Valle de los Caídos a un lugar de menor preeminencia.  

En el plano internacional, la presidencia de Sánchez ha pivotado entre la proyección exterior de España, con tres cumbres internacionales celebradas en suelo español, una presencia activa de nuestros representantes en todos los foros celebrados ─sobre todo en la UE─ y los giros en la política con Marruecos, el Sáhara Occidental y la intención del reconocimiento de Palestina como estado.

En la vertiente financiera nuestra economía lleva varios años sobresaliendo por encima del resto de economías europeas. No obstante, esa situación de bonanza no aplaca ni la polarización política que padecemos ni amortigua la pérdida de poder adquisitivo que sufren las clases medias y populares, pero tampoco ha solventado la problemática que existe para acceder a la vivienda, aunque hay que decir que se han empezado a dar pasos para afrontar la cuestión. 

El equipo que se conforma entrono a un presidente de gobierno está compuesto por un grupo de personas muy heterogéneo y nadie puede evitar que se cuele algún elemento no deseado: Eso es algo inevitable. Por consiguiente, se deben establecer mecanismos que detecten y neutralicen esos individuos perturbadores y ahí hemos de admitir que en el caso que nos ocupa han faltado reflejos, mecanismos expeditivos y contundencia para cortocircuitar posibles piezas tóxicas.

Esa posible laxitud ha propiciado que la derecha y la derecha extrema carguen al presidente Sánchez todos los males habidos y por haber y, por si con eso no era suficiente, echaron mano de sindicatos siniestros como Manos Limpias o de jueces de clara tendencia conservadora como sucede con el titular del Juzgado de Instrucción 41 de Madrid, el juez Juan Carlos Peinado, para hacer jaque al presidente y si es mate mejor. Todo vale para hacer responsable a Sánchez de la siete plagas de Egipto. 

Pese a todo, los gobiernos de estos años han puesto el acento en los avances sociales, Los ejecutivos presididos por Pedro Sánchez son, con toda probabilidad, los que más iniciativas de ese tipo han llevado a cabo desde 1978. Los números hablan por sí solos, y la hoja de ruta ahí está: el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) para 2025 se ha fijado 1.184 euros brutos mensuales en 14 pagas, lo que supone 16.576 euros brutos anuales; esto es un aumento del 4,4% respecto a 2024. Como fruto de la reforma laboral en estos momentos hay en nuestro país más trabajadores fijos que nunca, rozamos los 21.800,000 de cotizantes a la Seguridad Social, una cifra que jamás se había alcanzado. Se puso en marcha el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Por lo que respecta a la pensiones públicas con Mariano Rajoy subían un 0.25% anual y con la “mafia en el Gobierno” (según el PP), la pensión media de jubilación ha aumentado desde 2019 un 27%. Y junto con los ciudadanos portugueses estuvimos pagando durante más de dos años la electricidad y el gas más baratos de la zona euro. Además, el Gobierno aprobó hasta cinco paquetes de medidas para frenar la inflación, con los que se movilizaron más de 30.000 millones de euros entre rebajas de impuestos, subvenciones a los carburantes y ayudas a familias y empresas.

Todas estas medidas fueron necesarias, pero seguro que habrá quien diga que no fueron suficientes, y tendrá razón, pero no podemos olvidar que los recursos son finitos. Con frecuencia me pregunto ¿qué hubiera sucedido si hubiésemos tenido un gobierno de derechas? Con sinceridad, no me lo quiero imaginar. 

Parece incuestionable que algún que otro bribón ha utilizado su posición de privilegio para meter la mano dónde no debía. Ahora bien, los grandes delincuentes de este país han estado siempre en la derecha, no creo que haga falta recordar affaires y nombres. Por eso, de buena gana hubiera titulado este artículo “De la mafia en la Moncloa a los chirizos en Génova”, pero he preferido contenerme. 

En este contexto, sorprende que un partido corrupto hasta la médula, como el PP, con ex altos cargos en la cárcel y con un buen puñado de casos pendientes de resoluciones judiciales, tache al actual Gobierno de mafia; y que además lo diga su líder que compartía con un conocido narcotraficante paseos en yate, es para mear y no echar gota que diría un castizo (disculpen la ordinaria).

Sin duda alguna se me han quedado cosas en el tintero, pero este es, con luces y sombras ya grandes rasgos, el equilibrio que se puede hacer del septenio que Pedro Sánchez lleva al frente del Ejecutivo. Sea como mar, hay algo que es evidente y quiero destacar: en esos años, pese a quién le pese, el país ha progresado en libertad, calidad democrática y justicia social. 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 08/06/2025

 

02 de juny 2025

NO AMIGOS, NO. NO ERA ESTO

En las postrimerías de la dictadura, tuve que correr, en más de una ocasión, por las calles adyacentes a la plaza de Catalunya y a las Ramblas de Barcelona porque los grises nos querían dar estopa por revindicar alguna demanda vecinal, defender los derechos laborales de los trabajadores o, simplemente, por pedir libertad. A un amigo mío, que cogieron con un macuto, en el que, según dijeron, llevaba propaganda subversiva, le zurraron la badana hasta hartarse, lo metieron en la cárcel y lo desterraron a Canarias a hacer la mili. Aquel chaval ya nunca volvió a ser el que era. A otro, con el que conservo una estrecha relación, le cayeron tres años de prisión, que cumplió en la cárcel de Torrero, en Zaragoza, acusado de pertenecer a un grupo anarcosindicalista. Otros, en cambio, no tuvieron tanta suerte y pagaron con la vida sus anhelos de libertad. No voy a hacer aquí una relación con los nombres de esos desafortunados porque me dejaría algunos y eso sería una grave injusticia. Además, todos los que tenemos una edad, conservamos el recuerdo de un buen número de personas que se quedaron por el camino.

El dictador murió en la cama, pero como dice Nicolás Sartorius, cofundador de Comisiones Obreras (CCOO), “es una falacia decir que la democracia la trajeron el rey Juan Carlos y el presidente Suárez” (…) “Fueron las movilizaciones de las clases populares en general y de la clase trabajadora en particular las que forzaron el final de la dictadura”; y yo añadiría que un conjunto de políticos, de izquierda y centroizquierda, supieron canalizar aquella inercia para llevar a cabo una transición que, tal vez, no fue tan modélica como nos quisieron hacer creer, pero que, en aquellas circunstancias, fue la que se pudo hacer. Sea como fuere, aquel cambio tuvo muchas más luces que sombras y nos permitió recuperar las libertades, legalizar partidos políticos y sindicatos, aprobar una Constitución y, en definitiva, establecer un régimen democrático homologable a cualquiera de los más desarrollados del mundo.

Siempre he pensado que, si todo aquello fue posible, en parte, lo fue por el acoquinamiento de la derecha que salió de la dictadura descolocada, anonadada y minoritaria (con una derecha crecida quizás hubiese sido imposible).  Sin embargo, con el tiempo la situación evolucionó y no sabría decir si para mejor. La cuestión es que fuimos entrando en una etapa que se podría denominar de normalidad democrática y buena parte de la ciudadanía que se había entusiasmado con aquel cambio de sistema empezó a poner en tela de juicio si todo aquello valía la pena. O sea, hizo acto de presencia el desencanto.

No obstante, en poco más de diez años España dio un giro que ya no la reconocía ni la madre que la parió, como dijo un conocido político. La transformación fue profunda. Pero no se establecieron los mecanismos de control adecuados, ni se actuó con la necesaria celeridad y contundencia, y eso hizo que muy pronto aparecieran unos cuantos sinvergüenzas que se enriquecieron a costa del erario.

Esas anomalías facilitaron el hartazgo popular y que la derecha se fuese desacomplejando, hasta que liderada por un personaje nada empático pero que supo aglutinar a todas las tendencias derechistas, acuñó aquello del “Váyase señor González” y se produjera “la dulce derrota” que descabalgó a los socialistas del poder.

Y así hemos llegado hasta aquí, con la corrupción tan increscendo como la desafección política ganando adeptos. Además, se ha convertido en algo habitual que la crispación suba cuando a la derecha la aritmética parlamentaria no le dé para gobernar y se ha de quedar en la oposición. Entonces echan mano de todo lo que tienen a su alcance para desalojar a los okupas izquierdosos de las instituciones; porque para ellos que el poder esté en sus manos es lo lógico; pero que gobierne la izquierda es una anomalía. Y como que la estrategia de la polarización les dio pingües beneficios electorales tiempo atrás, ahora la han recuperado y resulta bochornoso ver o escuchar un pleno o una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los diputados o el Senado. Allí lo que vale es el insulto, la descalificación gratuita y, en consecuencia, la discusión tabernaria se impone al razonamiento sereno, a la crítica aguda y la reflexión rigurosa; todo vale para lograr un titular y quince segundos de gloria en el prime time de un informativo televisivo, lo demás no importa.      

Y, si con eso no es suficiente, judicializan la política y caldean el ambiente convocado concentraciones en cualquier lugar público o mandan a la gente a rezar el rosario a la puerta de la sede del adversario. Todo vale.

Entiendo que no es fácil afrontar una situación semejante, pero la izquierda no debería caer en esas provocaciones. La suciedad no se limpia ensuciando más, al contrario. A mi modo de ver, falta determinación y contundencia en según qué situaciones como, por ejemplo, el affaire de Leire Díez que amenaza con airear información comprometedora de la Unidad Central Operativa (UCO) o el espectáculo esperpéntico de Miguel Ángel Gallardo, presidente de la Diputación de Badajoz y que pasó a ser diputado autonómico de la noche a la mañana y así retrasar la apertura de juicio oral, ya que está siendo investigado por tráfico de influencias y prevaricación por un presunto enchufe laboral al hermando de Pedro Sánchez.  A los ojos de la opinión pública, eso es una frivolidad y coloca al mismo nivel de chupópteros al PSOE que al PP.

Y es que no amigos, no. No era esto. No salimos a las calles a jugarnos la piel, ni nos jugamos la libertad, ni otros perdieron la vida para que años después unos aprovechados viniesen a sacar beneficios espurios de todos aquellos sacrificios y renuncias. Estamos mayores. Es cierto. Pero no estamos gagás y aún nos quedan muchas cosas por hacer y decir. Así pues, que no nos tomen por lo que no somos.

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 01/06/2025

 

26 de maig 2025

LA MALA SALUD DE HIERRO DE LAS PENSIONES PÚBLICAS

Los profetas de la catástrofe vuelven a la carga. Se pasaron años advirtiéndonos de que las pensiones públicas estaban al borde del colapso. Sin embargo, en diciembre de 2021, el Gobierno presidido por Pedro Sánchez aprobó, con el voto en contra de PP, Vox y Ciudadanos una ley que fija un marco estable para la revalorización de las pensiones. De acuerdo con esa norma, el 1 de enero de cada año se incrementarán las pensiones de acuerdo con la inflación media anual registrada en el ejercicio anterior. De esa manera, se garantiza que los pensionistas no pierdan poder adquisitivo.

En un principio, los tiburones del capitalismo pusieron el grito en el cielo, pero muy pronto entendieron que la pataleta era inútil y guardaron silencio. No obstante, no han tardado en volver a las andadas y ya resulta bastante habitual encontrar artículos de prensa y/o comentarios en tertulias y debates que alertan del riesgo que supone ese sistema de retribución, argumentando que no es sostenible. La realidad, sin embargo, es muy otra y la cuestión es que la tajada que obtendrían las entidades financieras gestionando pensiones privadas es demasiado grande como para renunciar a ella sin presentar batalla, aunque sea con explicaciones falaces.

Una de las tesis más utilizadas para demostrar la inviabilidad del sistema es la visión estrictamente cuantitativa del número de trabajadores para considerar la productividad. Pero es que el problema no estriba en cuántos son los que producen sino en cuánto es lo que se produce. Cien trabajadores pueden producir lo mismo que mil si su productividad es diez veces superior, de tal modo que los que cuestionan la viabilidad de las pensiones públicas cometen un gran error al basar sus argumentos únicamente en la relación del número de trabajadores por pensionistas pues, aun cuando esta proporción se reduzca en el futuro, lo producido por cada trabajador será mucho mayor. Quizá lo ocurrido con la agricultura pueda servir de ejemplo. Hace setenta años el 30% de la población activa española trabajaba en agricultura; hoy únicamente lo hace el 4%, pero ese 4% produce más que el 30% anterior. Por consiguiente, un número menor de trabajadores puede mantener a un número mayor de pensionistas.

Otros de los argumentos recurrentes para desprestigiar el sistema público de pensiones es un informe de la Unión Europea sobre envejecimiento, según el cual España llegará a un máximo de gasto en pensiones de algo más del 14% en 2050. Y los catastrofistas sostienen que será un porcentaje inasumible para las arcas públicas de nuestro país. En cambio, olvidan que otros países ya han alcanzado esos porcentajes de su producto interior bruto. Por consiguiente, asumir que Francia o Italia pueden dedicar hoy en día el 15 o 16% de su PIB a pensiones y que España no podrá dedicar un porcentaje similar en 2050, es tanto como aceptar que el paro alcanzará niveles impensables o que los salarios españoles van a ser mucho peores que tercermundistas en los próximos años. Como también es una falacia decir que el aumento de la esperanza de vida puede provocar una hipotética imposibilidad del Estado para hacer frente al pago de las pensiones.

De todos modos, la clave de este interminable debate está en presentar la Seguridad Social como algo distinto y separado de los servicios del Estado. Ese es un planteamiento neoliberal que no cabe en los principios constitutivos del Estado social. La protección social no es algo accidental al Estado sino una responsabilidad del mismo, algo que está en su esencia.

De hecho, hasta 1988 en los presupuestos del Estado aparecían transferencias de recursos del Estado a la Seguridad Social. Fue con la Ley de Presupuestos de 1989 cuando se desarrolló un cambio de modelo de financiación mediante el compromiso de financiar progresivamente con aportaciones públicas los complementos de mínimos de las pensiones y la sanidad. Fue en 1994 cuando se introdujo un antecedente muy negativo al cubrir los desequilibrios entre cotizaciones y prestaciones con crédito del Estado en vez de hacerlo mediante transferencias.

En un Estado definido como social por la Constitución, es un contrasentido que las pensiones se deban financiar exclusivamente mediante cotizaciones sociales. Son todos los recursos del Estado los que tienen que hacer frente a la totalidad de los gastos de ese Estado, también a las pensiones. La separación entre Seguridad Social y Estado es meramente administrativa y contable pero no económica y, mucho menos, política. Es más, el hecho de que la sanidad y otros tipos de prestaciones que antes se imputaban a la Seguridad Social hoy se encuentren en los presupuestos del Estado o de las Comunidades Autónomas prueba que se trata de una separación “técnica”.

La Seguridad Social es parte integrante del Estado, su quiebra solo se concibe unida a la quiebra del Estado y el Estado no puede quebrar. Como mucho puede acercarse a la suspensión de pagos, pero tan solo si antes se hubiese hundido toda la economía nacional, en cuyo caso no serían únicamente los pensionistas los que tendrían dificultades, sino todos los ciudadanos: poseedores de deuda pública, funcionarios, empresarios, asalariados, inversores y, por supuesto, los tenedores de fondos privados de pensiones. Los apologistas de estos últimos, que son los que más hablan de la quiebra de la Seguridad Social, olvidan que son los fondos privados los que tienen mayor riesgo de volatilizarse, como quedó demostrado en la crisis financiera de 2008. Ante una hecatombe de la economía nacional, pocas cosas podrían salvarse.

Afirmar que son los trabajadores y los salarios los únicos que han de mantener las pensiones es un planteamiento incorrecto. No hay ninguna razón para eximir del gravamen a las rentas de capital y a las empresariales. El artículo 50 de la Constitución Española afirma: “Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad”. Las pensiones, en tanto que derechos subjetivos de los ciudadanos establecidos en la Constitución, tienen la consideración de “gastos obligatorios” que por su naturaleza no están ligados a la suficiencia de recursos presupuestarios, ni a la evolución de una determinada fuente de ingresos. Por lo tanto, el Estado ha de concurrir con los recursos necesarios para asegurar el pago de las pensiones, sea con las cotizaciones o con cualquier otro impuesto. Y si las cotizaciones no son suficientes para financiar las prestaciones en una determinada coyuntura, el desfase ha de ser cubierto por las aportaciones del Estado.

En definitiva, podemos estar tranquilos porque las pensiones de nuestros mayores no corren riesgo. Otra cosa es que de forma recurrente las entidades financieras y sus empresas afines nos advierten, de forma reiterada, de la inviabilidad del sistema público de pensiones. Pero la verdad es que no hay razón para la alarma porque el sistema goza de una envidiable mala salud de hierro.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 25/05/2025

 

CARTA ABIERTA A FELIPE GONZÁLEZ

Apreciado compañero Felipe: Jamás llegué a pensar que escribiría una carta como esta. Me impulsan a hacerlo tus frecuentes declaraciones y/o...