Me ha parecido apropiado parafrasear
el título de la última película que filmó Luís Buñuel, “Ese oscuro objeto del
deseo”, para dar nombre a este artículo. Quisiera poner algo de luz en eso que
se ha dado en llamar minerales raros y que, hasta hace bien poco tiempo, la
inmensa mayoría de la ciudadanía casi desconocíamos su existencia.
La vuelta de Donald Trump a la Casa
Blanca ha supuesto un totum revolutum en muchas cuestiones que considerábamos
consolidadas. Es el caso de statu quo mundial, el comercio internacional o la
globalización. Pero hay más, por ejemplo, la anexión de Groenlandia a EEUU o
que Canadá sea un estado más de los Estados Unidos de América (EUA); no son ocurrencias
de un magnate cargado de millones que ocupa su tiempo con bagatelas diversas.
Esos anhelos de expansión responden a la lógica de unos individuos que a partir
de estudios más o menos fiables, piensan que en esos lugares pueden encontrar
cantidades importantes de materiales críticos; el nuevo objeto del deseo de las
grandes potencias.
Esos materiales, convenientemente
tratados, son indispensables para ese mundo digital que parece esperarnos a la
vuelta de la esquina. Semiconductores, tecnologías renovables o determinados
instrumentos bélicos necesitan de esos minerales para funcionar. Por eso EEUU
ha puesto el ojo en lugares en los que se extraen esos elementos; y parece que
el suelo de Ucrania también es rico en esos materiales, de ahí que la
administración estadounidense haya ofrecido a los de Zelenski seguridad a
cambio de poder explotar y apropiarse de esos recursos.
Algo similar ocurre en el Congo.
Hasta ahora el cobalto era el mineral que más ingresos generaba para las arcas
de aquel Estado, pero un exceso de oferta ha hecho caer los precios. En
consecuencia, el presidente de la República, Félix Tshiseked, ha propuesto a un
fondo soberano norteamericano colaboración para explotar sus “tierras raras” a
cambio de que le ayuden a derrotar a las fuerzas rebeldes del M23 que buscan
controlar los recursos minerales del país y que están patrocinados por Ruanda.
No obstante, el posible acuerdo entre
el Congo y EEUU no es fácil. La sombra de China es alargada. Hace tiempo que el
gigante asiático decidió no intervenir en los conflictos africanos, pero sí colaborar
financieramente en esa zona del mundo. Según la consultora AidData desde el año
2000 China ha invertido unos 12.000 millones de euros, es decir, un 25% del PIB
congoleño.
Los dirigentes europeos son
conscientes que no pueden quedar impasibles ante este juego de intereses porque
ahí está buena parte de nuestro futuro. Europa ha de jugar sus cartas si se
quiere asegurar el suministro de minerales críticos para llevar a cabo la
transición energética. En ese contexto,
el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo lanzó el año pasado un
mecanismo para hacer inversiones de capital por 100 millones de euros en
operaciones de distintos Estados miembros y otras naciones con las que ha
firmado acuerdos de asociación. Por ejemplo con Canadá y Ucrania en 2021, con
Kazajistán y Namibia en 2022, con Argentina, Chile, Zambia, la República
Democrática del Congo y Groenlandia en 2023, y con Australia (un país rico en
litio, cobalto y tierras raras), Ruanda, Noruega y Uzbekistán en 2024. A ello
se suman los 47 proyectos estratégicos seleccionados por Bruselas —siete de
ellos, en España— para iniciativas en la extracción, el procesamiento y el
reciclado y que cubran el buena parte de la demanda de la UE a más tardar en
2030.
A día de hoy, el litio es el mineral
más necesario para llevar a cabo esa transición energética, porque las baterías
de infinidad de instrumentos que utilizamos de manera habitual están compuestas
por ese material. Es el caso de móviles, portátiles, drones de guerra y otros
dispositivos bélicos, pero también se utiliza en sistemas de almacenamiento de
energía renovable, como turbinas eólicas y paneles solares.
Se estima que la demanda de baterías
de iones de litio crecerá cuatro veces hasta 2040. Las baterías de los coches
enchufables requieren de una media de casi 210 kilogramos de minerales críticos
por unidad, seis veces la cantidad necesaria para un coche convencional, según Goldman
Sachs, que utiliza cifras de la Agencia Internacional de Energía (AIE) para
hacer este cálculo. El transporte será el mayor impulsor de la demanda de
minerales críticos. Se espera que las necesidades de litio aumenten casi nueve
veces hacia 2040; la demanda se cobre se duplicará, al igual que las del
níquel, mientras que las del grafito se cuadruplicarán y las de las tierras
raras podrían ver un aumento de hasta siete veces, según la AIE.
La mayor parte de estos materiales, y
otros, pasan por China, que tiene una larga trayectoria como productor y
refinador de los minerales críticos. Las tierras raras —donde el gigante
asiático tiene una cuota de mercado global en producción del 60% y casi del 90%
en refinamiento— se descubrieron por primera vez en el país en 1927. Hoy se
sabe que las hay en más de la mitad de su territorio: se han encontrado en 21
provincias. Esto ha sido posible gracias a una estrategia de inversión y
política industrial de décadas de duración, respaldada por mano de obra más
barata y regulaciones ambientales y laborales más flexibles que en muchos otros
países. Allí también se refina el 68% del cobalto que consume el mundo,
el 65% del níquel y el 60% del litio del grado necesario para las baterías de
vehículos eléctricos.
En definitiva, parece que las tierras
raras y los minerales críticos como el litio, el níquel, el grafito o el cobre
son el nuevo objeto del deseo del siglo XXI.
Por lo que es fácil deducir que países con el potencial de contribuir al
suministro de esos minerales podrían convertirse en territorios codiciados.
América Latina y África han emergido, en las últimas dos décadas, como lugares importantes
en esta carrera, debido a sus grandes reservas de esas tierras raras. Parece
que Chile, Argentina y Bolivia tienen el 50% de las reservas mundiales de
litio. A su vez, Chile también es uno de los principales exportadores de cobre,
mientras que Brasil posee depósitos de níquel y tierras raras.
La cuestión es que, de confirmarse
estos datos, quizás nos vamos a encontrar, muy pronto, con un cambio de roles
políticos y económicos que nadie había previsto.
Sea como sea, el asunto promete.
Volveremos sobre ello.
Bernardo Fernández
Publicado en Còrtum 16/06/2025
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