17 de juny 2025

LAS TIERRAS RARAS, ESE OBJETO DEL DESEO

Me ha parecido apropiado parafrasear el título de la última película que filmó Luís Buñuel, “Ese oscuro objeto del deseo”, para dar nombre a este artículo. Quisiera poner algo de luz en eso que se ha dado en llamar minerales raros y que, hasta hace bien poco tiempo, la inmensa mayoría de la ciudadanía casi desconocíamos su existencia.

La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un totum revolutum en muchas cuestiones que considerábamos consolidadas. Es el caso de statu quo mundial, el comercio internacional o la globalización. Pero hay más, por ejemplo, la anexión de Groenlandia a EEUU o que Canadá sea un estado más de los Estados Unidos de América (EUA); no son ocurrencias de un magnate cargado de millones que ocupa su tiempo con bagatelas diversas. Esos anhelos de expansión responden a la lógica de unos individuos que a partir de estudios más o menos fiables, piensan que en esos lugares pueden encontrar cantidades importantes de materiales críticos; el nuevo objeto del deseo de las grandes potencias.

Esos materiales, convenientemente tratados, son indispensables para ese mundo digital que parece esperarnos a la vuelta de la esquina. Semiconductores, tecnologías renovables o determinados instrumentos bélicos necesitan de esos minerales para funcionar. Por eso EEUU ha puesto el ojo en lugares en los que se extraen esos elementos; y parece que el suelo de Ucrania también es rico en esos materiales, de ahí que la administración estadounidense haya ofrecido a los de Zelenski seguridad a cambio de poder explotar y apropiarse de esos recursos.

Algo similar ocurre en el Congo. Hasta ahora el cobalto era el mineral que más ingresos generaba para las arcas de aquel Estado, pero un exceso de oferta ha hecho caer los precios. En consecuencia, el presidente de la República, Félix Tshiseked, ha propuesto a un fondo soberano norteamericano colaboración para explotar sus “tierras raras” a cambio de que le ayuden a derrotar a las fuerzas rebeldes del M23 que buscan controlar los recursos minerales del país y que están patrocinados por Ruanda.

No obstante, el posible acuerdo entre el Congo y EEUU no es fácil. La sombra de China es alargada. Hace tiempo que el gigante asiático decidió no intervenir en los conflictos africanos, pero sí colaborar financieramente en esa zona del mundo. Según la consultora AidData desde el año 2000 China ha invertido unos 12.000 millones de euros, es decir, un 25% del PIB congoleño.  

Los dirigentes europeos son conscientes que no pueden quedar impasibles ante este juego de intereses porque ahí está buena parte de nuestro futuro. Europa ha de jugar sus cartas si se quiere asegurar el suministro de minerales críticos para llevar a cabo la transición energética.  En ese contexto, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo lanzó el año pasado un mecanismo para hacer inversiones de capital por 100 millones de euros en operaciones de distintos Estados miembros y otras naciones con las que ha firmado acuerdos de asociación. Por ejemplo con Canadá y Ucrania en 2021, con Kazajistán y Namibia en 2022, con Argentina, Chile, Zambia, la República Democrática del Congo y Groenlandia en 2023, y con Australia (un país rico en litio, cobalto y tierras raras), Ruanda, Noruega y Uzbekistán en 2024. A ello se suman los 47 proyectos estratégicos seleccionados por Bruselas —siete de ellos, en España— para iniciativas en la extracción, el procesamiento y el reciclado y que cubran el buena parte de la demanda de la UE a más tardar en 2030.

A día de hoy, el litio es el mineral más necesario para llevar a cabo esa transición energética, porque las baterías de infinidad de instrumentos que utilizamos de manera habitual están compuestas por ese material. Es el caso de móviles, portátiles, drones de guerra y otros dispositivos bélicos, pero también se utiliza en sistemas de almacenamiento de energía renovable, como turbinas eólicas y paneles solares.

Se estima que la demanda de baterías de iones de litio crecerá cuatro veces hasta 2040. Las baterías de los coches enchufables requieren de una media de casi 210 kilogramos de minerales críticos por unidad, seis veces la cantidad necesaria para un coche convencional, según Goldman Sachs, que utiliza cifras de la Agencia Internacional de Energía (AIE) para hacer este cálculo. El transporte será el mayor impulsor de la demanda de minerales críticos. Se espera que las necesidades de litio aumenten casi nueve veces hacia 2040; la demanda se cobre se duplicará, al igual que las del níquel, mientras que las del grafito se cuadruplicarán y las de las tierras raras podrían ver un aumento de hasta siete veces, según la AIE.

La mayor parte de estos materiales, y otros, pasan por China, que tiene una larga trayectoria como productor y refinador de los minerales críticos. Las tierras raras —donde el gigante asiático tiene una cuota de mercado global en producción del 60% y casi del 90% en refinamiento— se descubrieron por primera vez en el país en 1927. Hoy se sabe que las hay en más de la mitad de su territorio: se han encontrado en 21 provincias. Esto ha sido posible gracias a una estrategia de inversión y política industrial de décadas de duración, respaldada por mano de obra más barata y regulaciones ambientales y laborales más flexibles que en muchos otros países.  Allí también se refina el 68% del cobalto que consume el mundo, el 65% del níquel y el 60% del litio del grado necesario para las baterías de vehículos eléctricos.

En definitiva, parece que las tierras raras y los minerales críticos como el litio, el níquel, el grafito o el cobre son el nuevo objeto del deseo del siglo XXI.  Por lo que es fácil deducir que países con el potencial de contribuir al suministro de esos minerales podrían convertirse en territorios codiciados. América Latina y África han emergido, en las últimas dos décadas, como lugares importantes en esta carrera, debido a sus grandes reservas de esas tierras raras. Parece que Chile, Argentina y Bolivia tienen el 50% de las reservas mundiales de litio. A su vez, Chile también es uno de los principales exportadores de cobre, mientras que Brasil posee depósitos de níquel y tierras raras.

La cuestión es que, de confirmarse estos datos, quizás nos vamos a encontrar, muy pronto, con un cambio de roles políticos y económicos que nadie había previsto.

Sea como sea, el asunto promete. Volveremos sobre ello.

 

Bernardo Fernández

Publicado en Còrtum 16/06/2025

 

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