Se han
cumplido siete años de la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia del
Gobierno. Fue mediante una moción de censura que había presentado el grupo
parlamentario socialista a Mariano Rajoy y que salió adelante con 180 votos a
favor y 159 en contra. Días antes, se había hecho pública una sentencia de la
Audiencia Nacional (AN) según la cual El Partido Popular se benefició
de la trama Gürtel y se le condenaba a pagar 245.492 euros, por
lucrarse del entramado empresarial de Francisco Correa, se condenaba
también al ex tesorero del partido Luís Bárcenas a 33 años y cuatro
meses de prisión y al pago de una multa de más de 44 millones de euros, por
blanqueo y delitos fiscales. Además, la AN cuestionaba la “credibilidad” del
testimonio de Rajoy en el juicio. Con ese veredicto el PP se convertía en el
primer partido de Europa con una sentencia por corrupción en su haber. Los
mismos que ahora acusan al actual Gobierno de ser una mafia.
Desde luego,
estos siete años han sido de todo menos tranquilos. En ese tiempo, Pedro
Sánchez ha tenido que lidiar con la pandemia global del coronavirus, la
erupción de un volcán en la isla canaria de La Palma, la invasión
de Ucrania y el genocidio de Gaza, los efectos colaterales como el
repunte de la inflación, el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump con lo que
eso conlleva y, a nivel interno, el acoso por tierra, mar y aire de la derecha
y la derecha extrema.
Con ese
paisaje de fondo, la política nacional ha estado marcada por la
renovación de varias instituciones y organismos, entre ellos el Consejo del
Poder Judicial, y la aprobación de leyes polémicas, como la del 'solo sí es sí'
o la de la amnistía, otras, en cambio, de puro sentido común como la ley
orgánica de Regulación de le Eutanasia o de reparación como, por ejemplo, la
ley de Memoria Histórica. También se han llevado a cabo actos de dignificación
democrática como el traslado de los restos del dictador Francisco Franco fuera
del Valle de los Caídos a un lugar de menor preeminencia.
En el
plano internacional, la presidencia de Sánchez ha pivotado entre la
proyección exterior de España, con tres cumbres internacionales celebradas en
suelo español, una presencia activa de nuestros representantes en todos los
foros celebrados ─sobre todo en la UE─ y los giros en la política con
Marruecos, el Sáhara Occidental y la intención del reconocimiento de Palestina
como estado.
En la
vertiente financiera nuestra economía lleva varios años sobresaliendo por
encima del resto de economías europeas. No obstante, esa situación de bonanza
no aplaca ni la polarización política que padecemos ni amortigua la pérdida de
poder adquisitivo que sufren las clases medias y populares, pero tampoco ha
solventado la problemática que existe para acceder a la vivienda, aunque hay
que decir que se han empezado a dar pasos para afrontar la cuestión.
El equipo que
se conforma entrono a un presidente de gobierno está compuesto por un grupo de
personas muy heterogéneo y nadie puede evitar que se cuele algún elemento no
deseado: Eso es algo inevitable. Por consiguiente, se deben establecer
mecanismos que detecten y neutralicen esos individuos perturbadores y ahí hemos
de admitir que en el caso que nos ocupa han faltado reflejos, mecanismos
expeditivos y contundencia para cortocircuitar posibles piezas tóxicas.
Esa posible
laxitud ha propiciado que la derecha y la derecha extrema carguen al presidente
Sánchez todos los males habidos y por haber y, por si con eso no era
suficiente, echaron mano de sindicatos siniestros como Manos Limpias o de
jueces de clara tendencia conservadora como sucede con el titular del Juzgado
de Instrucción 41 de Madrid, el juez Juan Carlos Peinado, para hacer jaque al
presidente y si es mate mejor. Todo vale para hacer responsable a Sánchez de la
siete plagas de Egipto.
Pese a todo,
los gobiernos de estos años han puesto el acento en los avances sociales, Los
ejecutivos presididos por Pedro Sánchez son, con toda probabilidad, los que más
iniciativas de ese tipo han llevado a cabo desde 1978. Los números hablan por
sí solos, y la hoja de ruta ahí está: el Salario Mínimo Interprofesional (SMI)
para 2025 se ha fijado 1.184 euros brutos mensuales en 14 pagas, lo que supone
16.576 euros brutos anuales; esto es un aumento del 4,4% respecto a 2024. Como
fruto de la reforma laboral en estos momentos hay en nuestro país más
trabajadores fijos que nunca, rozamos los 21.800,000 de cotizantes a la
Seguridad Social, una cifra que jamás se había alcanzado. Se puso en marcha el
Ingreso Mínimo Vital (IMV). Por lo que respecta a la pensiones públicas con
Mariano Rajoy subían un 0.25% anual y con la “mafia en el Gobierno” (según el
PP), la pensión media de jubilación ha aumentado desde 2019 un 27%. Y junto con
los ciudadanos portugueses estuvimos pagando durante más de dos años la electricidad
y el gas más baratos de la zona euro. Además, el Gobierno aprobó hasta cinco
paquetes de medidas para frenar la inflación, con los que se movilizaron más de
30.000 millones de euros entre rebajas de impuestos, subvenciones a los
carburantes y ayudas a familias y empresas.
Todas estas
medidas fueron necesarias, pero seguro que habrá quien diga que no fueron
suficientes, y tendrá razón, pero no podemos olvidar que los recursos son
finitos. Con frecuencia me pregunto ¿qué hubiera sucedido si hubiésemos tenido
un gobierno de derechas? Con sinceridad, no me lo quiero imaginar.
Parece
incuestionable que algún que otro bribón ha utilizado su posición de privilegio
para meter la mano dónde no debía. Ahora bien, los grandes delincuentes de este
país han estado siempre en la derecha, no creo que haga falta recordar affaires
y nombres. Por eso, de buena gana hubiera titulado este artículo “De la mafia
en la Moncloa a los chirizos en Génova”, pero he preferido contenerme.
En este contexto, sorprende que un partido corrupto hasta la médula, como el PP, con ex altos cargos en la cárcel y con un buen puñado de casos pendientes de resoluciones judiciales, tache al actual Gobierno de mafia; y que además lo diga su líder que compartía con un conocido narcotraficante paseos en yate, es para mear y no echar gota que diría un castizo (disculpen la ordinaria).
Sin duda alguna se me han quedado cosas en el tintero, pero este es, con luces y sombras ya grandes rasgos, el equilibrio que se puede hacer del septenio que Pedro Sánchez lleva al frente del Ejecutivo. Sea como mar, hay algo que es evidente y quiero destacar: en esos años, pese a quién le pese, el país ha progresado en libertad, calidad democrática y justicia social.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press 08/06/2025
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