Tras repetidos traspiés en los
últimos procesos electorales y, de manera especial, en la convocatoria de las
elecciones al Parlament, del pasado 12 M, en los partidos independentistas catalanes
se encendieron todas las alarmas. Por eso, tanto en JxCat como en ERC
decidieron convocar, para el otoño, sus respectivos congresos y ver la manera
de taponar las vías de agua que amenazan con anegar las naves que los habían de
llevar a la tierra prometida y evitar quedar convertirlos en fuerzas políticas
marginales. Y en eso estamos.
Los “juntaires” han sido los más madrugadores y este último fin de
semana han celebrado su tercer cónclave en la Fábrica. Llobet –Guri ubicada en
Calella. En principio, se han cumplido, casi literalmente, tanto el guion como
el escenario previsto que habíamos ido conociendo en los últimos días.
Desde que se supo que Carles
Puigdemont optaría a la presidencia, cargo que venía ejerciendo de facto, desde
2022, en el partido se acabaron las especulaciones. El poder del expresident dentro de Junts es
omnímodo y, en consecuencia, las disputas solo podían ser por la pedrea y poco
más.
A Carles Puigdemont, le acompañará Jordi
Turull que seguirá en la secretaría general y Judith Toronjo, un valor
emergente, ocupará la secretaría de organización. Las vicepresidencias pasarán
a manos de Antoni Castellá, un auténtico vividor profesional de la política,
actual líder de Demócratas, que hace unos días se integró en Junts, Miriam
Nogueras, Josep Rius y Mónica Sales todos ellos diputados en el Congreso o en
el Parlament;. En cambio, el jarrón chino en que se ha convertido Laura Borrás,
ya amortizada políticamente, se reubicará en la fundación que Demócratas aporta
a la fusión.
Los estrategas orgánicos consideran
que es el momento de “abrir las fronteras del partido” y poner especial
atención en materias como la fiscalidad, infraestructuras, vivienda o
inmigración. Además, renuncian a romper con el PSOE y, aunque en la ponencia política
se habla de unilateralidad, en ningún momento se ha sometido a votación. Eso
nos puede dar una idea de las intenciones de Puigdemont a corto y medio plazo.
A pesar de la tranquilidad ambiental
que se ha respirado en el congreso de Calella, en Junts hay mar de fondo. Las
decisiones importantes las toma Puigdemont y, como mucho, consulta con un
reducido grupo de asesores que caben en una cabina telefónica. Por lo que el
espacio para la discrepancia es nulo. No
son pocos los pragmáticos que empiezan a estar hartos del egocentrismo de
Carles Puigdemont, sus promesas incumplidas y decisiones tan absurdas como
dejar vacante la plaza de líder de la oposición en el Parlament. Por eso, esperan
sumar fuerzas y el momento oportuno para dar un golpe de timón.
No obstante, el expresident sigue
siendo para muchos el líder mesiánico que viene para hacer de Catalunya una
nación independiente, “rica i plena”, y
con ese telón de fondo cualquier intento para cambiar la situación está
condenado al fracaso. Solo la pérdida de protagonismo de JxCat como formación
política y su inevitable caída en la marginalidad, como le viene ocurriendo
desde hace tiempo, les forzará en algún momento a replantear su posición y sus
postulados. Y eso, muy probablemente,
ocurrirá cuando sus diputados dejen de ser imprescindibles en Madrid.
ERC celebrará su congreso a finales
del mes de noviembre y la situación es muy diferente a la de Junts. Para los
republicanos, el traspaso de poderes casi siempre ha sido tormentoso. Basta con
echar un vistazo a su historia. Los republicanos parecen tener una vocación
cainita incrustada en su ADN.
Desde 2010, Oriol Junqueras ha
ejercido la presidencia de ERC con mano de hierro y aire entre profesoral y
monástico, con el convencimiento, mal disimulado, de creerse superior a sus
correligionarios y a muchos de sus adversarios. Ha manejado desde las
bambalinas los hilos del poder; estando en la cárcel designó a su delfín
institucional, que un tiempo después, acabaría siendo president de la
Generalitat. Junqueras. Renegó “in aeternum”
de los socialistas, por considerarlos artífices del 155, pero pactó con ellos y,
según dicen, acabó arrastrándose ante Salvador Illa para que mantuviera en sus
sitio a un treintena larga de altos cargos republicanos.
Sin embargo, el tiempo acaba poniendo
a cada uno en su lugar y tras los reiterados fracasos electorales de Esquerra
se ha destapado la caja de los truenos. Según dicen los suyos, el bueno de
Oriol estaba en Montserrat el 27 de octubre, mientras se declaraba la independencia,
sabe más de lo que dice de los carteles contra los hermanos Maragall y no fue
ajeno a la colocación de un muñeco, que, en teoría, pretendía ridiculizarlo, en
un puente de Sant Vicenç dels Horts, aunque ahora él lo niega todo, incluso ha
puesto en cuestión el apoyo a la investidura de Salvador Illa.
Lo que queda claro es que en ERC
alguien miente y mucho. A ellos corresponde que la verdad florezca, condición sine qua non si quieren recuperar la
confianza de su electorado. En ERC, no solo hay mar de fondo, es que se está gestando
una tormenta que, lejos de ser perfecta, amenaza con convertirse en huracán y llevarse
todo cuanto encuentre a su paso. Veremos cuáles son las consecuencias.
Bernardo Fernández
Publicado en CatalunyaPress
27/10/2024