15 de juny 2024

RESISTENCIAS AL CAMBIO

Los resultados de las elecciones al Parlamento europeo, del pasado 9-J, han hecho evidente lo que ya hace tiempo que se daba por hecho en la calle: un cambio de ciclo en la política catalana. Las cinco victorias consecutivas del PSC, cada vez más contundentes, junto al descenso sostenido del independentismo, han puesto de manifiesto ese cambio.

Sin embargo, las resistencias al cambio suelen ser habituales y, a menudo, una misma situación se ve desde ópticas diferentes y eso hace retrasar las transformaciones. De forma especial, cuando en esos cambios va incluido el modus vivendi de la mayoría de los afectados.

Eso es lo que está sucediendo en Cataluña. La realidad es la que es, pero los independentistas se obstinan en ignorarla. Lo pudimos comprobar, días atrás, en la constitución de la XV Legislatura del Parlament y la consiguiente elección de la Mesa de la Cámara catalana. La sesión no comenzó bien. El presidente de la Mesa de Edad, Agustí Colominas, ideólogo de cabecera de Carles Puigdemont, lejos de hacer una intervención protocolaria e institucional, como correspondía, se despachó con un discurso repulsivo, reivindicando la autodeterminación, el 1-O y con reproches a la judicatura

Luego, los partidos que habían sido gobierno, tanto en solitario como en coalición, en los últimos catorce años, con la colaboración de la CUP, hicieron oídos sordos a la anulación del voto telemático de Carles Puigdemont y Lluís Puig del Tribunal Constitucional (TC) y permitieron contabilizar, como válidos, los votos de esos dos personajes, para constituir una Mesa “antirrepresiva” (?).  Así lograron la mayoría y le otorgaron la presidencia del Parlament a Josep Rull, un talibán supremacista de formas refinadas y puño de hierro que tuvo una participación activa en la organización del 1 O.

Con esa forma de proceder, una vez más, se puso de manifiesto la falta de respeto a las normas de la democracia de los soberanistas catalanes que manipulan las instituciones a su antojo, se pasan la legalidad por el arco del triunfo y no dudan en utilizar cualquier argucia para lograr sus objetivos.

La cuestión no es baladí porque la Mesa marca los tiempos y decide de que se habla en el Parlament y, en esta ocasión, lo más importante: quién se presenta en primera instancia a la investidura, y ese es quid de la cuestión.

No obstante, no está claro que la Ley de Amnistía sea de aplicación inmediata. De momento, el Tribunal Supremo no ha levantado la orden de búsqueda y captura que pesa sobre Carles Puigdemont, Lluís Puig y Toni Comín.   Por consiguiente, podría suceder que el próximo 25 de junio, fecha fijada para la investidura, cualquiera de ellos podría ser detenido si cruza la frontera.  Pero si, aun así, el expresident decide regresar para presentarse a la mencionada investidura, sabe que no lo va a conseguir porque los socialistas ya han dicho por activa y por pasiva que no lo van a facilitar y sin los de Illa los números no dan . Ante esa dura realidad, parece que desde Junts quieren forzar la situación (léase aquí coaccionar a ERC) para que no dé apoyo a Salvador Illa y se tengan que repetir las elecciones.

Si es así, craso error, porque el altísimo abstencionismo en las elecciones europeas debería ser un serio aviso para aquellos que tengan tentaciones de ir de nuevo a las urnas. Si los líderes independentistas fueron avispados sabrían leer los resultados de las últimas contiendas electorales y entenderían que es hora de modificar planteamientos, cambiar estrategias y renovar liderazgos. Cataluña ha hablado muy claro, ahora hay que ver si los receptores de los mensajes los han comprendido y actúan en consecuencia.

Por otra parte, los acólitos de Puigdemont han lanzado amenazas más o menos veladas diciendo que si el PSC no facilita la investidura de su líder, ellos podrían hacer caer al Gobierno de coalición y progreso. Veamos. Si en Junts analizan la situación con la cabeza y no con las vísceras, muy pronto llegarán a la conclusión de que no les conviene poner la zancadilla a Pedro Sánchez para que se despeñe el Gobierno central. Todo hace pensar que el camino de la Ley de Amnistía en los tribunales ni va ser fácil ni rápido. Además, pronto se tendrán que negociar importantes iniciativas legislativas y ahí pueden tener tardes de gloria, y para el independentismo siempre será más rentable negociar con gente de izquierdas que con retrógrados políticos como Feijóo o Abascal.

No obstante, los que tienen la llave de la gobernabilidad son la gente de ERC ya ellos les toca decidir, ahora, entre su alma independentista o la izquierdasa que, curiosamente, suele desaparecer en los momentos más trascendentales.

Imaginemos, por un instante, la situación de ERC si se repiten elecciones: todavía estarán asimilando el varapalo del 12 M, sin dirección porque Oriol Junqueras ha dimitido, Marta Rovira ya ha dicho que no se volverá a presentar y Pere Aragonès que, una vez apeado de la presidencia de la Generalitat, dejará la primera línea política.   No parece el mejor modo de afrontar unos cómics.

Sea como esa, ya a pesar del revés sufrido por los socialistas en la elección de la Mesa del Parlament y algún que otro inconveniente que puede surgir en ese duro y difícil camino que va de la calle Pallars a la Plaza Sant Jaume de Barcelona, ​​el cambio político, en Cataluña, es un hecho. Tampoco deberíamos descartar una posible repetición electoral. Las resistencias al cambio acostumbran a ser inevitables, pero que nadie amigo que más pronto que tarde, un socialista, llamado Salvador Illa, será presidente de la Generalitat de Cataluña.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en E notícies 06/05/2024

 

09 de juny 2024

LA EUROPA QUE VIENE


 

Sean cuales sean los resultados que mañana arrojen las urnas, en el próximo Parlamento europeo, los diputados elegidos van a tener que batir el cobre si quieren preservar lo que se ha logrado hasta ahora y perseverar para seguir avanzando hacia una Europa más unida, más justa, más social y más solidaria.

Aquel viejo adagio acuñado en la Roma imperial que dice: “si quieres la paz prepara la guerra”, sigue teniendo plena vigencia. El buenismo ha caducado y si Europa quiere ser respetada en el concierto internacional, la condición sine qua non es que deberá dotarse de unos sistemas de defensa propios y adecuados a los tiempos que nos ha tocado vivir. 

Los europeos hemos disfrutado, a excepción de los conflictos de los Balcanes, de un periodo de paz muy prolongado, en comparación con nuestra trayectoria histórica. La anexión de Crimea, en 2014, por parte de Rusia supuso la clausura de esa larga etapa de paz. Luego, la invasión de Ucrania en el invierno de 2022 y la respuesta coordinada de la UE dieron paso a una nueva época de la que, todavía, lo desconocemos casi todo, pero en la que no se vislumbran situaciones que inviten al optimismo.

La geopolítica global está en un proceso de profunda transformación. Hemos pasado de un mundo bipolar a una situación multipolar que todavía se está configurando, pero que, con toda seguridad, será muy diferente a lo que hemos conocido hasta ahora.

En este contexto, una cosa está muy clara: Occidente ha dejado de ser el gran Timonel y diversos países aspiran a jugar su rol de grandes potencias y brillar con luz propia. Es el caso de China, la India o Brasil, solo por poner algunos ejemplos.

Para ser alguien en el selecto club de las potencias internacionales, la UE debería marcarse como asuntos prioritarios, la defensa, el autoabastecimiento energético, la obtención de recursos estratégicos y ser pionera en nuevas tecnologías. O dicho de otro modo: depender cuanto menos mejor de otras potencias en aquellos campos que son fundamentales para el desarrollo y el crecimiento.

Sería absurdo negar que se está trabajando en esa dirección. Así, por ejemplo el gasto militar, aunque forzados por la situación internacional, ha aumentado de manera considerable, y hay iniciativas incipientes para mejorar su coordinación interna. Crece la producción de energía renovable que nos hará más independientes. Se invierte en tecnologías estratégicas y se ha hecho una apuesta decidida para impulsar la industria autóctona de microchips. Sin embargo, estamos, todavía, muy lejos de poder reducir nuestra dependencia de otros países.

No es mi intención escribir una oda al belicismo, pero la realidad es la que es. En el mes de noviembre de 2021, desde el departamento del vicepresidente de la Comisión Europea y máximo responsable de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, bajo el título “Brújula estratégica”, elaboraron un documento que se hizo llegar al pleno de la Comisión Europea; con aquel estudio se quería forjar en la UE una posición común sobre las amenazas geopolíticas que afrontaba el club. Como primer paso se proponía la creación de una fuerza militar de emergencia antes de 2025. “Europa está en peligro y los europeos no siempre son conscientes de ello”, advertía Borrell en la presentación que hizo del documento a los principales medios de comunicación europeos. Pues bien, cuando falta medio año para que entremos en 2025, esa fuerza militar de emergencia que sugería el alto mandatario ni está ni se la espera.

Pero es que igual que ocurre con la defensa, ocurre con otros sectores estratégicos: o no se sincronizan las sinergias y cada país va por libre, en función de sus propios intereses. Existe una especie de apatía generalizada que hace que los Gobiernos de cada Estado estén más pendientes de su espacio nacional que de aquellas iniciativas que pueden dar robustez y cohesión a la UE. Por desgracia el cortoplacismo y el vuelo gallináceo tienen sus fervientes practicantes a escala europea.

Europa es también una suma de intereses contrapuestos; por eso es fundamental saberlos conjugar, de forma adecuada, para salvaguardar el bien común. Porque corremos el riesgo de que la UE se vaya vaciando de contenidos y los enfrentamientos entre los países empiecen a ser frecuentes. Si eso ocurre se darían alas al nacional-populismo, a la vez que facilitaría la penetración de otras potencias en nuestros nichos estratégicos de crecimiento.

Un dato: en 2023 se cumplieron 30 años de la creación del Mercado Único, en aquel entonces China y la India representaban un 4% de nuestro PIB, hoy ya son el 25%.  Por eso, la integración de los mercados financieros es fundamental para sufragar los costes de la transición verde. Algo que no será sencillo ni barato. En consecuencia, debería hacerse en comunión entre el dinero público y el privado; para lograrlo se tendrán que activar mecanismos que incentiven la inversión en esa línea.

En resumen, son muchos los ejes vertebradores que han sostenido a la UE y que empiezan a necesitar de una profunda remodelación y crear otros nuevos. No es fácil. Las resistencias al cambio son inevitables. Ahora bien, de no hacerlo, acabaremos siendo algo así como una sociedad de servicios que ofrece a los poderosos de otras latitudes, impresionantes destinos turísticos trufados con una interesante oferta histórica y cultural, y, también, un inmenso geriátrico donde podrán colocar a sus mayores cuando en sus lugares de origen ya no sean de utilidad.   

Quizás me equivoco, pero no creo que eso sea lo que más nos interese. En cualquier caso, mañana podemos empezar a evitarlo.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en E-notícies 08/06/2024

01 de juny 2024

EL FUTURO EN JUEGO


 

Hace apenas quince días, Vox celebró una mitin en el Palacio de Vistalegre, de Madrid, reuniendo a unas 10.000 personas. El objetivo de aquel acto era caldear el ambiente de cara a la campaña electoral de las elecciones al Parlamento europeo del próximo 9 de junio.

Allí estaba lo mejor de cada casa de la extrema derecha y de la ultraderecha europea, estadounidense y latinoamericana. El anfitrión,  Santiago Abascal , consciente de la división y contradicciones que entre sí tenían sus ilustres invitados, quiso poner el énfasis en subrayar que todos ellos (la extrema derecha francesa, laica y afín a Putin; los ultracatólicos polacos, enfrentados a Rusia, los neofascistas   “lights” italianos, encabezados por Georgia Meloni, los anarcocapitalistas argentinos o los trumpistas estadounidenses) “comparten la misma amenaza” y tienen que “colaborar hombro con hombro, frente a un enemigo común: el socialismo”, proclamó sin rubor el líder de Vox.

Curiosamente, el “artista invitado” a aquel aquelarre ultra resultó ser un individuo que no se presenta a la cita con las urnas este próximo 9-J: el presidente argentino  Javier Milei . Ese personaje fue recibido y  aclamado como una auténtica estrella de rock por los asistentes . El descerebrado Milei cargó contra el “maldito y cancerígeno socialismo”, al que acusó de asesinar “a 150 millones de seres humanos”, identificándolo con el estalinismo. O sea, además de garrulo, ignorante. Disculpen ustedes el lenguaje tabernario, pero cómo calificar a un individuo que dice, entre otras sandeces, a quién le quiera oír que “La idea de justicia social es de resentidos, envidiosos, y además es injusta porque implica violencias y para hacer política redistributiva le tienen que robar a uno para darlo a otro ”, y algunos le jalean.

Tengamos en cuenta que los ultras, aunque tienen considerables diferencias entre ellos, tanto ideológicas como de funcionamiento, se aglutinan entrono a una serie de principios fundamentales que podríamos sintetizar en: La patria por encima de todo, el rechazo al aborto , a la  eutanasia , al  matrimonio entre personas del mismo sexo  ya la  familia monoparental ; para ellos las  familias han de estar  encabezadas exclusivamente por parejas de hombres y mujeres. Su discurso incluye la retórica  feminista , la crítica al  globalismo y el negacionismo ecológico.

 A lo largo de dos décadas, los dos grandes grupos parlamentarios, populares y socialistas, implementados por los liberales han hecho avanzar Europa. Ahora, los sondeos de opinión nos alertan de que esa etapa puede estar llegando a su fin y es muy probable que un partido como Los Verdes queden como una fuerza casi marginal y la derecha extrema tenga la llave de la gobernabilidad.

Resulta muy preocupante ver como la ultraderecha está creciendo de forma muy significativa en algunos países, y es más que probable que pueda dar el sorpasso, como por ejemplo en Francia. Da miedo pensar que gente de la catadura moral y política de Marine Le Pen o Víktor Orbán puedan tener el destino de Europa en sus manos. Si los sondeos se confirman, la ultraderecha se situará como la tercera fuerza de la Eurocámara desplazando a los liberales. Entonces, veremos qué rol quiere jugar el Partido Popular Europeo, si mantiene el cordón sanitario a los ultras o decide pactar con la extrema derecha, como ya ha insinuado Úrsula Von der Layen

El acercamiento de las derechas podría suponer un mayor endurecimiento de las políticas migratorias, ralentizar la transición ecológica o poner el freno de mano en cuestiones como, por ejemplo, la ampliación hacia el este, un proyecto en el que la adhesión de Ucrania es el gran objetivo. A todo esto, que no es poco, hay que añadir el cerco tecnológico a que nos someten China y Rusia, con espionaje, hackeo, desinformación, y otros sistemas de acoso de última generación.

Estamos viviendo una situación tremendamente delicada. Tanto es así que la unidad europea está en riesgo. Todavía no nos hemos recuperado de la lacra que supuso la pandemia, llevamos más de dos años con una guerra en el patio trasero de casa, a la que no se le ve el final y que amenaza con extenderse. Además del genocidio que se está cometiendo en la otra orilla del Mediterráneo, y que, en cualquier momento, puede convertirse en confrontación regional con unos costes humanos y materiales incalculables.

Es evidente que estos comicios no llegan en un buen momento para los proeuropeos. El próximo 9-J, nos jugamos buena parte de nuestro futuro. No obstante, la ciudadanía no percibe la importancia de estas elecciones. Es normal. Sin embargo, bastaría con echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de la importancia de las políticas comunitarias en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, cuestiones como la compra masiva de vacunas contra la Covid 19, coordinada desde Bruselas, los fondos Nex Generation EU que están sirviendo para reindustrializar nuestro país en verde y digital con empleos de calidad o iniciar el despliegue de las energías renovables no hubiesen sido posibles sin una UE cohesionada y con una elevada sensibilidad social.

En resumen, si los partidos progresistas son mayoritarios, asuntos tan vitales como aumentar los recursos regionales, los agrícolas o emitir deuda, se podrán llevar a cabo. Si, por el contrario, son los euroescépticos los que marcan el ritmo, la UE verá mermada su capacidad económica y la renacionalización de competencias estará a la orden del día. O dicho de otro modo, podríamos volver a la praxis política de 2008, cuando los halcones impusieron el austericismo como receta mágica para resolver todos los problemas.  Y de eso, tenemos amargas experiencias.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en E notícies 01/06/2024

RESISTENCIAS AL CAMBIO

Los resultados de las elecciones al Parlamento europeo, del pasado 9-J, han hecho evidente lo que ya hace tiempo que se daba por hecho en la...