Estoy convencido de que en los
próximos tiempos la inmigración será el tema estrella de editoriales,
artículos, columnas y tertulias, además de acaparar las portadas de todos los
medios de comunicación.
El tema en cuestión adquirirá más
protagonismo cuanto más próximas estén unas elecciones, y dado que tenemos comicios
cada dos por tres (si no son generales, son autonómica y sino locales, sin
olvidar las europeas), hablaremos de inmigración de manera sistemática.
Hace unas pocas semanas, La
Vanguardia publicaba una encuesta que alertaba del crecimiento exponencial en
Cataluña de Vox y Alianza Catalana (organizaciones racistas por definición) y,
en la sede de algunos partidos, saltaron las alarmas.
Vox empezó a tener carta de
naturaleza en Cataluña como consecuencia del procés y crece a un ritmo
equivalente al que lo hace la formación en toda España. En cambio, Alianza
Catalana es un partido surgido a rebufo de los atentados del 17 A de 2017, ocurridos
en Barcelona y Cambrils y está en plena expansión. Liderado por Silvia Orriols,
actual alcaldesa de Ripoll, cada fin de semana montan un buen puñado de carpas repartidas
por el territorio para la distribuir propaganda, mientras sus dirigentes hablan
de tú a tú con los ciudadanos que se les acercan, algo que los partidos
clásicos, prácticamente, han olvidado.
Las reacciones a esa cercanía y lo
que supone no se han hecho esperar. Los partidos independentistas ya notan el
aliento del nacional populismo en el cogote. Por eso, los alcaldes de Junts
andan bastante nerviosos y han pedido a Carles Puigdemont que levante el cordón
sanitario a los de Orriols porque se les están comiendo el terreno y que el
partido sea más proclive a pactar con el PSC pues entienden que se están
quedando aislados.
A nivel nacional el PP anda desnortado,
en la calle Génova saben que tienen un vía de agua por donde se le escapan
votos a borbotones que van a Vox. Y ahí surgen las dos almas de los populares, mientras
unos piden moderación y prudencia, los que comulgan con el trumpismo castizo de
Ayuso aprietan para situarse más a la derecha que Abascal. Lo vimos hace unos
días en un pleno del Ayuntamiento de Madrid, donde los populares tienen mayoría
absoluta. Sin embargo, el PP dio soporte a una propuesta de Vox para que sea
obligatorio informar a las mujeres que quieren abortar de las supuestas
consecuencias del síndrome posaborto (algo que no tiene la más mínima base
científica). Así, los trabajadores de los espacios de Igualdad, los de los
centros de Madrid Salud y los de Samur Social, tal y como acordaron PP y Vox,
deberán transmitir esta información de manera obligatoria, verbal y escrita,
permanente y visible en sus instalaciones. Faltaría al rigor informativo si no
dijese que el alcalde, Martínez Almeida, ha rectificado y ha dicho que “el
síndrome posaborto no es una categoría científica”, entonces la pregunta es más
que obvia: ¿Por qué su grupo municipal apoyó semejante barbaridad? Pero no perdamos el hilo, retomo el tema estrella:
la inmigración.
Ante las evidentes tensiones internas
que cargan el ambiente de los populares, hace unas semanas, los barones
territoriales se reunieron en Murcia para calmar las aguas y presentar las
líneas maestras de su programa sobre inmigración, basado en 20 apartados. Entre
otras cosas, Feijóo propuso la puesta en marcha de un visado por puntos para
inmigrantes condicionado a trabajos de sectores donde falta “mano de obra” y
con una “cultura” próxima, como la hispanoamericana. Es decir, una especie de
carné por puntos donde la mejor nota se obtiene por estar dotado de
determinadas características, premiando más a quienes pretendan trabajar en
empleos carentes de personal en España y también a aquellos con culturas
cercanas. A mejor puntuación, más posibilidades de residir en el país.
Propuesta que, como mínimo es discriminatoria por razones de origen; además de xenófoba
ya que se ha elaborado sin la imprescindible información previa, porque parece
que Feijóo ignora que, si hay problema no viene por ahí, ya que en la
actualidad de cada 10 personas que llegan nuestro país 7 vienen de Europa y
Latinoamérica y solo 3 de otros lugares.
Es realmente lamentable que en el
primer partido de la oposición y que quizás gobierne algún día España, no sea
consciente de que la inmigración es indispensable tanto para nuestro país como
para el resto de Europa, en un contexto en que las tasas de natalidad están muy
por debajo del nivel de reproducción de la población (2,1 hijos por mujer); en
España, en torno a 1,2. Sin inmigrantes, estaríamos en una España menguante,
que podría disminuir a 38 millones de habitantes en el 2050. La contribución de
los inmigrantes al crecimiento del PIB está próxima al 25%. Hace pocos meses
que la OCDE alertaba sobre las graves consecuencias que podría tener para
España la reducción de la inmigración. Sectores como el turismo, la
construcción, la agricultura, el servicio doméstico y la ayuda a los mayores no
funcionarían.
La inmigración es el tema estrella de
la ultraderecha en sus programas porque genera bajas pasiones y es determinante
en la difusión de la ideología racista y xenófoba, que es el embrión del
fascismo rampante. Vivimos en un mundo incierto, donde guerras y catástrofes se
multiplican. Los movimientos migratorios que esas catástrofes suscitan rompen
la supuesta estabilidad étnica y cultural preestablecida. Valga aquí Barcelona
como ejemplo: la población extranjera anda sobre el 20%. Sin embargo, no ha
traído paro, porque hay cada vez más empleo, por eso vienen los inmigrantes
buscando un futuro para sus hijos. Y no hay nada más absurdo que rechazar lo
que necesitamos.
La cuestión de fondo es que los
partidos de ultra derecha están experimentando un crecimiento sideral en toda
Europa y esa fiebre ya ha llegado a España. El problema surge cuando algunos,
obsesionados por ganar votos, dan pábulo a sus proclamas racistas y xenófobas
en vez de combatirlas con argumentos y sentido común.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press
06/10/2025
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