Tengo serias dudas
sobre la conveniencia de aplicar un indulto a los líderes del procés condenados
por sus tropelías políticas. En cambio, tengo muy claro que jamás se les ha de
conceder una amnistía porque eso sería tanto como legitimar el discurso
independentista, darles la razón y una invitación a la barra libre y al “ho tornarem a fer”.
A diferencia
del indulto, que extingue la responsabilidad penal
actuando sobre la pena derivada
de un delito (la persona sigue siendo culpable, pero se le ha perdonado el
cumplimiento de la pena), la amnistía actúa sobre el delito mismo. Por ello, la
amnistía suele tener efectos retroactivos y,
entre otros, extingue toda responsabilidad penal o civil y anula los antecedentes penales. Por ese
mismo motivo es general, dado que actúa sobre todos los que cometieron ese
delito, y no sobre individuos concretos.
La amnistía suele
suponer un nuevo planteamiento sobre la conveniencia de prohibir o sancionar
una conducta. Por esa razón, las leyes o actos de amnistía son más frecuentes
en momentos de fuertes cambios sociales o de regímenes políticos y, en ocasiones,
se asocia al perdón de presos
políticos.
Debería ser
innecesario decirlo aquí pero ha de quedar claro que no estamos, ni por asomo,
en un cambio de régimen, pero quiero dejarlo por escrito no sea que alguien tenga
alguna duda.
He traído a
colación el tema de la amnistía porque el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel
Rufián, en unas recientes declaraciones y con su habitual tono chulesco dijo
que “Los
problemas no pueden posponerse, tenemos una situación pandémica y de crisis
económica brutal, pero sigue
habiendo gente en la prisión de manera injusta y salvaje, también en el exilio,
y creemos que la mejor manera es presentar la ley de amnistía para limpiar el
tablero, poder hacer
política y lo único que espera esta propuesta son contrapropuestas políticas,
no esperamos ni indultos ni silencios cómplices, sino empezar a hablar de
política”; además el portavoz
de Esquerra ha lanzado una amenaza afirmando que “Esquerra tomará decisiones” y ha recordado que son “imprescindibles”
para sacar adelante según qué leyes.
No quiero pensar que el portavoz
de ERC en el Congreso está proponiendo cambiar medidas de gracia por apoyos
parlamentarios. Eso sería, además de inmoral, indecente y no creo que alguien
que se llena la boca todos los días hablando de democracia se le ocurra
semejante vileza. Somos muchos los ciudadanos que ya estamos cansados y sentimos
hartazgo por el nivel tabernario de las intervenciones y declaraciones de señor
Rufián y de otros individuos de su mismo pelaje político y nivel intelectual.
Personajes así, aunque cueste
creerlo, abundan. Sin ir más lejos, días atrás, Jair Domínguez colaborador
habitual de TV· y Cataluña Radio pedía, medio en broma, medio en serio, “gente dispuesta a morir por Cataluña”, pero
la cosa no se acaba ahí, otra iluminada como Pilar Cárdenas que también
colabora en TV3 y en RAC1, está promocionando a la banda terrorista Terra
Lliure por las redes sociales con una pancarta en la que se puede leer: “Contra las fuerzas de ocupación,
organización y lucha. Pueblo catalán armado. Pueblo respetado”. Y como estos hay bastantes más. Ya sé que estos
mensajes con frecuencia se maquillan con desenfado y se dicen en tono
supuestamente humorístico, pero el recado se ha enviado y no todo el mundo
tiene la misma capacidad para discernir lo que se dice de veras y lo que no.
Esos personajes que tanto amenazan
y despotrican, harían bien documentándose un poco antes de opinar. Quizás es
que no saben o no recuerdan que los días 6 y 7 de septiembre de 2017 una
mayoría parlamentaria, que no social, vulneró los derechos civiles y políticos
de la oposición en el Parlament de Cataluña y de los ciudadanos que
representaban. Sin que les temblara el pulso aprobaron la legislación para
celebrar un referéndum de autodeterminación sin garantía jurídica alguna, que
debería dar lugar, automáticamente, a la proclamación de una república
independiente. Entonces nadie dijo nada de sentarse a hablar ni a negociar con
los representantes de los ciudadanos disconformes con aquel camino ilegal por anticonstitucional
y antiestatutario. Al contrario, el desprecio a la minoría y a todas las
opiniones y dictámenes legales, como los organismos del Parlament de Cataluña y
el Tribunal Constitucional, pasando por el Consell Consultiu fueron una
constante en aquellos días aciagos.
Después, el 20 de septiembre vino
la concentración ante la consellería de Hacienda, entonces ubicada en Rambla de
Cataluña que fue convocada por las rede sociales. Allí se destrozaron varios
vehículos de la Guardia Civil, se produjo el asedio a una comitiva judicial que
estuvo retenida casi 18 horas en la sede de la consellería y tuvo que salir saltando
por los terrados de los inmuebles vecinos. Pocos días más tarde se llevó a cabo
el simulacro de referéndum.
Aquellos polvos trajeron estos
lodos. Los responsables de todos esos acontecimientos fueron los máximos dirigentes
políticos del país, y precisamente por eso, no pueden argumentar
desconocimiento o ignorancia. Porque de sobras fueron asesorados y avisados de
los riesgos que podían correr.
Dejémonos de marear la perdiz, de
martingalas y declaraciones chulescas y amenazas que en nada ayudan a rebajar
la tensión que tanto está enrareciendo la situación. Por más que algunos se
empeñen no va haber independencia, no va haber referéndum de autodeterminación
y ni siquiera habrá amnistía.
Por lo tanto, sugiero que los que
sueñan con entelequias se den un baño de realidad y, por el bien de todos,
empiecen a trabajar con rigor y pragmatismo.
Bernardo Fernández
Publicado en El catalán 23/03/2021
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada