Aún no nos hemos quitado de
encima la resaca de las elecciones generales y ya tenemos a la vuelta de la
esquina nuevos comicios. Ahora tocan europeas y municipales en todo el país y,
además, autonómicas en diversas comunidades autónomas.
Pese a su gran importancia,
las elecciones europeas son vistas, por buena parte de la ciudadanía, como unas
elecciones secundarias, a pesar de que unos 350 millones de votantes seremos
convocados para elegir el Parlamento común. Y en ellas está en juego más de lo
que muchos piensan.
El caso es que, en más de una
ocasión, esas elecciones han servido para mostrar el malestar de la gente, ya
sea no votando o haciéndolo por opciones que a priori pueden parecer
descabelladas.
Veremos cómo reacciona la
ciudadanía ante esta nueva convocatoria, pero, en principio, la cosa no pinta
demasiado bien porque la desafección política es un hecho. Mientras que la derecha
extrema se está organizando para dar el golpe de gracia a la UE.
El domingo, 26 de marzo,
tendremos también elecciones municipales y esas, sí. Esas sí las consideramos
importantes porque los ayuntamientos son la administración más próxima al
ciudadano y nuestra vida cotidiana se ve afectada, para bien o para mal, por
las decisiones que se toman en el consistorio. El transporte público, las
guarderías, la recogida de basuras, el asfaltado de la calle o el alumbrado de
calles y plazas son tan solo algunos de los muchos servicios que se nos brindan
desde los municipios.
Es en ese contexto que las
elecciones municipales adquieren una relevancia especial. Pero, en esta
ocasión, en un lugar como Barcelona, además de todo eso, está en juego algo
más: nos jugamos que nuestra ciudad sea la punta de lanza del independentismo y
una plataforma impagable para la internacionalización del conflicto. O, por el
contrario, que se constituya un plenario con una mayoría de concejales y un
alcalde ocupados en mejorar la vida de los barceloneses y barcelonesas y que
ponga un proyecto de ciudad sobre la mesa.
En esas estamos. En las
elecciones generales del pasado 28-A ERC y PSC empataron muy por delante del
resto. Ambas formaciones le sacaron siete puntos a En Comú Podem, el partido de
Colau que está en franca decadencia.
La extrapolación de forma
mimética de unas elecciones a otras casi nunca ocurre. No obstante, es muy
probable que, en esta ocasión, por la proximidad de fechas entre unas y otras,
las generales marquen tendencia.
Si viviéramos una etapa de
normalidad política, la suma de las tres formaciones que el 28-A obtuvieron
mejores resultados (ERC, PSC y En Comú Podem) e incluso sólo dos sería
suficiente para gobernar con comodidad. Pero tal y como están las cosas puede
ocurrir los más impensable.
Por lo que respecta a los
otros candidatos, parece que han dilapidado sus opciones antes de empezar.
Las encuestas no apuntan nada
positivo para, Manuel Valls, que se ha perdido entre las contradicciones de
Ciudadanos, partido al que representa. El acercamiento a Vox y el cinturón
sanitario a los socialistas son más una rémora que un activo para el ex primer
ministro francés en su batalla por la joya de la corona.
Tampoco parece que Quim Forn
despierte las simpatías entre el electorado por estar en prisión que genera
Oriol Junqueras, ni apunta a tener el tirón sentimental de Puigdemont por estar
huido de la justicia. A Forn le falta carisma. Además, la cacofonía política y
la bajada constante de su partido JxCat, no le augura nada bueno.
Y Josep Bou candidato del PP,
después de la debacle en las generales de los populares, tiene muy pocas
opciones. Mucho hará si consigue mantener la representación institucional.
En cuanto a la CUP,
sencillamente, no tiene ninguna posibilidad de ser determinante. Por lo tanto,
en caso de obtener representación, seguirán en su universo virtual.
En definitiva, el próximo 26
de mayo, nos jugamos, a nivel europeo, una integración progresiva, aislar a la
extrema derecha y evitar el riesgo de involución que, a buen seguro, nos
traería turbulencias sociales y enfrentamiento entre Estados.
A nivel municipal, respecto al
futuro de Barcelona y, por extensión, el nuestro, podemos escoger entre una
ciudad provinciana y crispada, atrapada en entelequias absurdas que además de imposibles
son excluyentes, que es lo que pretende ERC. O podemos votar por una ciudad
abierta fraternal y orgullosa de sí. Eso es lo que nos propone el PSC. En
consonancia con la Barcelona más cosmopolita e integradora. La Barcelona que
fue capaz de organizar las primeras Exposiciones Universales en 1888 y en 1929.
Y más tarde los JJOO de 1992. Proyectos inclusivos, abiertos e ilusionantes.
Ahora, nosotros decidimos.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
07/05/19
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